ii. Sovereign Light Café

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Las visitas de ese misterioso hombre eran frecuentes en el restaurante. En algunas ocasiones aparecía durante las mañanas acompañado de múltiples carpetas relacionadas con su trabajo, y en otras junto a su familia. Leone no esperaba que volviese a aparecer por aquel lugar, aunque no le desagradaba la idea de verlo tan seguido.

Al igual que en otras tardes, apareció en el local acompañado por dos niños: Giorno y otro que nunca antes había visto. Cada uno hacia algo distinto; el primero, leía a su corta edad un libro sobre dinosaurios con mucha seriedad como si se tratase de alguna ecuación compleja; el segundo, jugaba con una pequeña consola.

Se acercó a esa mesa para poder atender a los clientes. Abbacchio poseía un don que no muchas personas tenían: el don de observar. Desde que había sido consciente de su propia existencia pudo saber interpretar los movimientos, las palabras y expresiones de las personas. En esa ocasión se percató que había algo distinto en el joven de cabellos oscuros que miraba a través de la ventana pensativo, apreciando el clásico paisaje urbano de la ciudad. Al fijarse bien pudo ver cierta tristeza en su cálida mirada que podía pasar desapercibida. Se veía frágil y perdido en lo más profundo de sus pensamientos.

Deseaba saber la razón de dicha tristeza que opacaba esa personalidad tan amable y bondadosa que admiraba. Sin embargo, no podía permitirse hacer algo como eso por el mero hecho de que las reglas de su trabajo no se lo permitían. Trussardi tenía tres estrictas reglas que sus empleados debían cumplir; la primera, no entrar a la cocina; la segunda, ser puntuales; la tercera, no interaccionar con el cliente más de lo necesario en horas de trabajo. Desde su punto de vista las reglas del italiano apestaban más que sus repugnantes pastelillos.

Si no fuese por su trabajo le hubiese gustado haber tenido alguna clase de charla con ese desconocido, lo encontraba fascinante en varios aspectos, desde los libros que leía hasta por sus exquisitas elecciones de comida. No recordaba la última vez en que se había enfocado en algo que no fuese en su vino ni en su pasado.

Al preguntar por lo que iban a ordenar no le sorprendió que Giorno pidiese el mismo plato de siempre: spaghetti con salsa a la boloñesa. Se preguntaba a si mismo si es que a ese niño no le aburría pedir lo mismo en cada ocasión. El otro muchacho simplemente pidió una lasaña vegetariana.

Dirigió su mirada a esa persona que tanto lo intrigaba para tomar su pedido.

-¿Usted qué desea ordenar? -preguntó sacándolo del trance en el que estaba. El joven giró su cabeza para mirar fijamente al mozo, el cual esperaba alguna clase de respuesta de su parte.

-¿Qué me recomiendas? -dejó a un lado el menú que estaba frente a él para prestarle atención al chico de cabellos claros. Leone lo miró pensativo intentando recordar el especial de ese día.

-Tenemos una promoción el día de hoy que consiste en vieiras a la parrilla, un jugo y un strudel de manzana.

Al escuchar lo último el pelinegro arrugó su nariz delicadamente respingada como un niño cuando tiene que comer por obligación una comida que no le gusta.

-¿La promoción puede venir sin el strudel? -respondió suavemente -. Las manzanas no son de mi agrado.

Abbacchio asintió sin decir nada más alejándose hasta la entrada de la cocina para dejar la hoja del pedido sobre una encimera de granito que lo separaba de ese misterioso lugar al que tenía prohibido entrar. Sus compañeros atendían a los clientes que habían llegado mientras que él bebía un café esperando a que Tonio le entregase la comida para la familia.

-Abbacchio, ¿podrías atender al tipo de la mesa dos? -preguntó una voz ronca que él conocía muy bien.

Miró en dirección hacia la mesa dos para ver a un hombre joven de cabellos rubios que esperaba a que lo atendieran, recordaba haberlo visto un par de ocasiones en el lugar.

Because I want you 〖BruAbba〗Where stories live. Discover now