Capítulo 11: Las Estrellas

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Después de estar haciendo el idiota durante horas en la pista de hielo, volvemos al hotel, entre risas y tropiezos en la nieve. Por un momento se me ha olvidado todo el tema de los Gautar y que Mateo vaya a morir en 8 días... Mateo va a morir en 8 días. Sí, acabo de conocerle, pero por una extraña razón, me atrae más que nada en este mundo. ¿Cómo es eso posible? ¿Será uno de los poderes de los Gautar? Espera. ¿Acaso tienen poderes? No tengo ni idea. Al final no le he preguntado ni la mitad de las cosas que quería saber.

- Me empecé el segundo libro de Harry Potter, por cierto – me dice.

- ¿Al final te lo di?

- Lo cogí de tu habitación – confiesa.

- ¿Te gusta?

- Sí, me está encantando. ¿Quién me lo iba a decir, que iba a gustarme Harry Potter?

- Sigo alucinando que no conocieras a Harry Potter, pero sí 'El Rey León' por ejemplo – Mateo se encoge de hombros.- Oye, si no quieres venir mañana a la cena con mis padres, lo entenderé, ¿eh?

- Quiero ir. Eres la primera cosa interesante que me pasa. No quiero perdérmela.

- ¿Cómo conseguiste entrar a trabajar en este hotel? – pregunto, tratando de no emocionarme demasiado con lo anterior que ha dicho.

- Uno tiene contactos – se ríe.- Cosa de los Denbora.

- ¿Y no has vuelto a verlos? Ellos te criaron, vaya.

- No. No he vuelto a verlos. Aunque hay veces que creo que siguen vigilándome, ¿sabes? Extraños son los Denbora. Muy extraños – susurra, como si nos estuvieran espiando.

- Joder, no me metas miedo.

- No te meto miedo. Tú preguntas, yo respondo – se excusa.

- ¿Nos vemos mañana entonces para la cena?

- Ni lo dudes. Pero, ¿es qué te subes ya a la cama? – pregunta con ojos de tristeza. Son las dos de la mañana.

- ¿Qué quieres hacer?

- Podría subir a tu habitación – sugiere, pero ¿y si me pillan mis padres de nuevo? Una cosa es que sean comprensivos y otra ya que me suba a un chico que acabo de conocer.

- ¿Y por qué no me enseñas la tuya?

- Mi qué.

- Tu habitación – pregunto.

- ¿Mi habitación? ¿Quieres verla?

- ¿Y por qué no iba a querer? – digo, sorprendido.

- Es bastante simple, te aviso.

- Es una habitación de hotel. Doy por hecho que será bastante simple – ahora soy yo el que sonrío.

- Serás la primera persona que la conozca.

            Lo acompaño hasta el ascensor y subimos a la séptima planta (ni sabía que había 7 plantas). Atravesamos todo el pasillo hasta la habitación 717. Me mira, entre tímido y emocionado, como si fuera a revelarme el secreto más importante de su vida. Y, si lo pienso en frío, podría ser así. Enseñarle tu habitación a alguien por primera vez es un acto de confianza enorme, al igual que mostrarle tus búsquedas de Spotify. Pasa una tarjeta por la cerradura y se abre la puerta. El interior huele a madera, a abeto recién cortado. Mateo enciende la luz y puedo ver exactamente lo que me había prometido: una habitación de hotel la mar de sencilla. La decoración del resto de habitaciones del hotel es la misma, con mucha madera. Tiene dos habitaciones más: un baño y una pequeña cocina. Pero lo que más me llama la atención es la ventana. Más bien ventanal: uno enorme por el que se ve todo el bosque que rodea el hotel y parte de la cima de la montaña a lo lejos. Es alucinante. En serio. Si mi padre la viera, le pagaría para que le dejara esa habitación todos los años. Eso sí, no hay nada que pueda dar a entender que una persona vive aquí. No hay personalidad, no hay 'Mateo' por ningún lado. Y, lo más sorprendente de todo, es que no tiene cama. O yo no la veo.

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⏰ Última actualización: Jan 02, 2023 ⏰

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