Capítulo 3: El trineo

1.2K 104 36
                                    




Cuando termina la canción estamos cubiertos de sudor y alcohol. No nuestro, sino de los borrachos que no dejan de tirarnos sus copas encima. De hecho, uno trata de invitarnos a unos chupitos, pero no nos parece que sea la mejor opción (básicamente porque sería tentar a la suerte y el camarero podría pillarnos fácilmente).  No sé cómo pero he acabado con Mateo compartiendo mi primera noche en el hotel. Y oye, mira, cero quejas, porque si no, van a ser dos semanas muy largas.

Mi hermana está esperando a que llegue su novio dentro de tres días, y entonces me olvidaré de ella el resto del viaje. Y bueno, mis padres tienen a sus amigos y esas cosas. Yo... bueno, seguro que os suena un poco de pringado, pero estoy bastante solo. Es verdad, no es que quiera daros pena. Pero bueno, ya me he acostumbrado. Tampoco es nada malo, ¿no? Quiero decir, mientras yo sea feliz... Que lo soy, ¿eh? Que lo soy. O, al menos, intento serlo.

- ¿Primera vez en el hotel? – me pregunta Mateo con los ojos achinados por culpa de los focos de la terraza exterior.

- Qué va. Llevo viniendo años con mis padres – respondo mientras lo que quiero es preguntarle a él que por qué no le había visto nunca.

- Yo llevo varios años trabajando aquí y no te había visto nunca – me dice, como si quisiera pillarme en una mentira.

- Pues yo tampoco a ti. ¿Trabajas aquí?

- Sí.

- ¿Y qué haces? – le pregunto, porque es que no lo tengo muy claro, la verdad.

- A ver, un poco de todo, ¿sabes? Cargo maletas, ayudo a los clientes a llegar a su habitación, enseño la zona... De todo – sonríe, como quitando importancia a sus tareas.

- Pero, si no tienes 18, ¿no?

- Los cumplo el 31 de diciembre. En 10 días – dice, mirando su reloj.- La verdad, no sé para qué me miro el reloj. ¡Si solo pone la hora! ¡JA, JA, JA!

            Dios, su risa es super contagiosa. Es como si explotara, ¿sabes? Le da igual reírse en alto. No lo disimula.

- Coño, pero eso es ya. ¿Lo celebras con tus padres?

- Na – dice y evita mi mirada. ¿He tocado un punto sensible? – Bueno, y tú qué. ¿Te compensa venirte aquí con tus padres?

- Sí, ¿por qué no?

- Ah, yo qué sé. ¿No sales en Nochevieja? ¿No haces planes con tus amigos?

- Mira quién habla, que trabaja en un hotel perdido del mundo.

- ¿Y quién dice que no tenga amigos? – se defiende.

- No digo que no tengas. Digo que no están aquí contigo.

- ¿Y por qué piensas eso? – pregunta, intrigado.

- Porque no estarías conmigo entonces.

- ¿Por? Me caes bien – vuelve a sonreír, pero parece que le molesta la conversación. Sed sinceros: ¿Estoy siendo un poco gilipollas? - ¿Yo no te caigo bien?

- Sí, sí, eres majo y tal...

- Majo y tal. Nunca me habían dicho algo tan bonito. Gracias, Enric – dice, fingiendo una reverencia.- ¿Vamos fuera?

- ¿Con este frío?

- Llevas el plumas, ¿no? Hay estufas. Además, así te puedo enseñar sitios guays... - dice y se levanta, sin darme tiempo casi a contestar.

- Pero si yo ya ha estado mil veces aquí... - pero no me escucha. Ya está casi en la terraza. No lleva ni siquiera abrigo. Solo un jersey oscuro de cuello alto y ya está. Yo me abrocho el plumas hasta cubrirme la cara y, aún así, estoy congelado cuando salgo. Las estufas no sirven para una mierda.

Luna de estrellas (en pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora