Capítulo 36

206 30 2
                                    

Cada vez era más difícil para mí ocultar el por qué estaba feliz todo el tiempo. Se volvió demasiado difícil buscar excusas para justificar por qué estaba tan buen humor 24/7, claro, no podía ir por ahí diciendo que las endorfinas se liberan con mayor frecuencia porque estoy teniendo sexo con mi ex cada que nos vemos. Pero parecía ser casi imposible aparentar frente a Oliver, quien no dejaba de mirarme ahora que nos hemos visto para almorzar. Quizás me mira tanto porque me sonrojado por el último mensaje que me ha mandado Matías, porque cada que nos escribíamos de esa manera no podía evitar tener las mejillas rojas como un tomate.

—Ya dime, ¿a quién te estás cogiendo?

Oliver intentó quitarme el celular para averiguarlo él mismo, pero mi dedo fue más rápido y logré bloquearlo antes de que pudiera ver algo más en la pantalla.

—¿Qué? ¿De qué hablas?

—Ay no te hagas, Anette Ibarra. Esa sonrisita, cada que miras el teléfono te pones roja, te veo más radiante y relajada, llevas dos horas sin quejarte de nada...

—No estoy cogiendo con nadie.

—Sí claro, y yo no soy tu mejor amigo y no te conozco de años.

Oliver levantó su vaso y bebió un poco de su jugo de naranja. Me negué con la cabeza, no podía ser honesta con él. Sabía que en cuanto le contara todo lo que ha estado pasando con Matías, seguro que me mata o por lo menos me da un gran sermón de dos horas, sí, no podía decirle nada de este affair que me está volviendo loca. No podía dejar también que se acercara a mi teléfono, o descubriría todos esos mensajes que nos hemos mandado desde temprano.

Matías Licea: No pensé que te llamara la atención, por eso no te dije nada.

Anette Ibarra: Pues un curso de oratoria a nadie le cae mal. Si quieres puedo acompañarte, estoy cerca, comiendo con Oliver.

Matías Licea: Está bien, te mando la ubicación. Si quieres podemos vernos en Bellas Artes para irnos juntos.

Bloqueé mi teléfono y regresé la mirada hacia mi mejor amigo, dispuesta a continuar platicando.

—Bueno es que ya casi ni te veo, por eso asumí que estás saliendo con alguien. —Dice Oliver, retomando el tema de conversación.

—He estado ocupada ayudando a mi papá en el despacho, termino muy agotada... Aparte soy chófer de Frida y he intentado estudiar un poco antes de entrar al semestre nuevo.

—Entiendo, vaya verano el tuyo.

—¡Ya sé! Pero necesito dinero extra, dinero que no puedo hacer estando en la universidad.

Tomé el tenedor para robarle dos pedazos de sandía, comí en silencio escuchando ahora lo que él tenía para contarme.

—Sé que dije que no lo volvería a hacer pero, estoy considerando regresar a eso de las citas de Tinder. —Confiesa—. Me aburro mucho los fines de semana.

—¿En serio? Creí que los tiempos de Tinder habían quedado atrás.

—Yo también pero, necesito un poco de diversión los sábados. Y no hablo de sexo, hablo de salir a lugares, conocer gente, conversar... Mandar a la mierda todo cuando me dé cuenta que una vez más elegí mal. Tú entiendes.

En realidad no entendía. Jamás he descargado una aplicación como Tinder, vivimos en Latinoamérica, he escuchado historias con finales horribles y siendo mujer, da muchísimo miedo salir con un extraño, incluso si lo conoces de una forma más convencional. Nunca terminas de conocer bien a una persona y quizás esa falta de confianza me hacía decirle que no a ese tipo de aplicaciones. Encima, estoy chapada a la antigua y no creo en el amor por internet a pesar de que Tristán me ha contado ya tres veces la historia de su prima que conoció a su esposo turco vía Tinder.

Solo te quiero para mí  [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora