Capítulo 13

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Hoy era trece de septiembre y eso solo significaba algo, el nivel número diecinueve de mi vida ha sido desbloqueado. De hecho, no se sentía como un día especial, salvo que esta vez Tristán ha decidido pausar nuestra conversación nocturna para mandarme un largo mensaje justo a las 12:00 a.m., como acostumbra hacerlo todos los años. E Ingrid, ella también se encargó de escribirme a la misma hora, sin importar la diferencia de horarios. Porque claro, entre Ingrid y Tristán siempre ha existido una competencia para ver quién me felicita primero desde hace muchos años, Matías por años ganó esa competencia.

Hoy, es obvio que no recibí un mensaje suyo justo a la media noche, algo que particularmente debo aceptar que eché de menos. Porque es muy raro cuando las tradiciones se rompen. Te acostumbras a hacer algo y de repente, en un abrir y cerrar de ojos, ya no lo haces más. Y este fue el primer cumpleaños de muchos con su ausencia. Y tendré que acostumbrarme a ello.

No supe a qué hora me quedé dormida, solo sé que esta mañana me han despertado más temprano de lo normal y mis ojos se sentían pesados. Y es que, a pesar de que mi familia ha querido tener un bonito detalle al entrar a mi habitación con un pequeño pastel de cumpleaños con una vela numérica encendida, cantándome "las mañanitas", hubiese preferido dormir unos minutos más. Sin embargo, me negué con la cabeza ligeramente y me tallé los ojos, primero vi a mi mamá, ella sostenía el pastel y después decidí ponerme de pie, pisando el suelo frío.

Apagué la vela justo después de que terminaron de cantar y Frida fue la primera en abrazarme con euforia. Posteriormente abracé a mi papá y después de que mi mamá puso el pequeño pastel sobre el escritorio, la abracé a ella. Tradiciones familiares que por lo menos sabía que iban a perdurar más que aquella de felicitarme a la media noche, quizás algún día Tristán e Ingrid abandonarán esa costumbre, como lo hizo él.

—¡Feliz cumpleaños Ann!

—¡Ya casi estás en el segundo piso! —Dice Frida en forma de mofa—. ¿Qué se siente casi dejar de ser una teen?

—Horrible. Cada vez siento más presión, quiero decir... ¡Mírense! —No puedo evitar voltear a ver a mi mamá—. A los veintidós te casaste con papá y ya tenías un increíble empleo y un departamento de soltera, yo ahorita estoy luchando por terminar una carrera universitaria en un país cuyos salarios están por los suelos y de bodas ni hablamos, no hay posibilidades.

—Hey, todo a su tiempo. Las cosas eran diferentes, tienes que disfrutar tus etapas, no hay prisa.

—Así es hija. Además, lo estás haciendo muy bien. —Responde mi papá ante mi comentario—. Será un año más de vida maravilloso, ya lo verás.

En realidad no sabía si en serio lo estoy haciendo muy bien, como dice papá, lo cierto es que no puedo evitar compararme con ellos, ellos que tenían la vida resuelta en sus primeros años de sus veintes. Y yo, yo solo tengo la presión encima de lograr aunque sea un cuarto de lo que ellos lograron.


[...]


Mis padres y mi hermana me dejaron después de esa corta felicitación, es miércoles y las clases me esperaban en la universidad. Ni siquiera mi cumpleaños iba a detener mi itinerario de todos los días. Así que tomé mis toallas y me dirigí hacia el baño para ducharme rápido y arreglarme para ir a la escuela, con las pocas ganas que realmente tenía de hacerlo.

A pesar de que era mi cumpleaños, mi pelea mañanera con Frida para hacer que se apurara no faltó. Ya era costumbre tener que estar gritándole que ya saliera de su habitación porque en esta ciudad si sales cinco minutos más tarde de lo habitual llegas en más de una hora a tu destino.

Solo te quiero para mí  [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora