Capítulo 4: La segunda noche

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- ¿Mateo dices que se llama?

- Sí . Pero nada, déjelo. Me habré equivocado – digo y entro en el hotel. Qué raro todo, ¿no? ¿Cómo puede ser que no lo conozcan? ¿Diferentes turnos quizá?

Doy una vuelta por el interior del hotel y, a lo tonto, ya son las siete de la tarde y ya es noche cerrada. Mis padres deben estar a punto de volver, así que vuelvo a mi habitación y, en la puerta, justo en el suelo, me encuentro algo. ¿Qué es? ¿Qué coño...? Es un libro. Es mi libro de Harry Potter. Y, sobre él, un post-it en el que se lee:

Gracias,

Mateo

¿Cuándo ha estado aquí? Y segundo: ¿cómo ha podido terminarlo en una noche? Entro en mi habitación y justo cuando lo guardo en mi cuarto, llegan mis padres y mi hermana. Hemos quedado a cenar en el restaurante del hotel con dos amigos de mis padres. Mi hermana se escaquea. Su novio se ha adelantado y llega esa misma noche, así que tiene que ir a buscarlo a la estación. Yo no tengo tanta suerte y me toca ir a la mierda de cena. Perdón, pero es que no me apetece nada. Pero al fin la suerte me sonríe. Estamos sentados en la mesa, mirando la carta, cuando aparece Mateo justo detrás de mí. Va vestido de camarero, con una servilleta en el brazo. Como es bastante alto y ancho de espaldas, parece más mayor de lo que es. Su piel tan morena contrasta con el blanco del uniforme. Me sonríe cuando me deja el pan en el plato. A mí me da vergüenza saludarlo delante de mis padres, así que para disimular, cojo el trozo de pan para darle un buen mordisco.

- ¡Cuidado! – grita y los cinco le miramos, asustados.- Perdón, es que el pan quema.

Tiene razón. Me he abrasado los dedos. Pero ni me he dado cuenta. Mis padres vuelven a su conversación mientras Mateo no deja de mirarme, sonriente y divertido. Estoy tentado de preguntarle que dónde ha estado en todo el día, pero es que me muero del corte si hablo con él delante de mis padres. A ver, tengo que dejaros algo claro. A mí nunca me han gustado los tíos. Ni las tías. Realmente, nunca me ha gustado nadie. Mateo es diferente. No sé por qué. Pero estoy completamente obsesionado con él, y esa es una sensación super nueva para mí. Obviamente os diré que es guapo. No guapo guapo. No la belleza clásica. Pero tiene un atractivo que flipas. Y esa sonrisa. No sé. No sé deciros la razón.

Durante toda la cena, no dejo de buscarlo con la mirada. Hasta que en un momento veo cómo se quita parte del uniforme y sale del comedor. Inconscientemente, me levanto para seguirle.

- Voy al baño – pero nadie me hace ni caso. Están ya con el postre, a su rollo, y un poco borrachos de tanto vino tinto. Así que perfecto. Salgo fuera del comedor y le he vuelto a perder. ¿Cómo puede ser tan escurridizo?

- ¿Y el postre? – me dice. Está tras de mí, apoyado en la pared, tratando de quitarse una especie de delantal que llevan todos los camareros. Pero no puede.- Ayúdame, anda.

Me acerco y se da la vuelta. Tiene un nudo enorme y es imposible deshacerlo.

- ¿Puedes?

- Un... un segundo – dijo y mira, me pongo de rodillas y me llevo el nudo a los dientes para intentar deshacerlo. La escena es bastante extraña. Pero ahí estoy yo, con la boca a escasos centímetros del culo de Mateo. Al fin consigo deshacerlo y oigo como respira, aliviado.

- Madre mía, apretaba muchísimo. Gracias – mientras lo recoge, me pongo de pie, totalmente rojo. Del esfuerzo y de la vergüenza.

- Nada. Oye... he visto que me has devuelto el libro. ¿No te ha gustado?

- ¡Me ha flipado! ¿No tienes el resto? – dice, con una sonrisa de oreja a oreja.

- ¡Qué dices! ¿Lo has podido terminar?

Luna de estrellas (en pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora