Cap 10. HOTEL ANATOLIA, LA NOCHE DE AGNI

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Todo el ritual de la boda de Rubí se manejó de manera discreta, no hubo fiesta en el Mehndi, solo las mujeres más cercanas a la familia acudieron de tres en tres para bendecir a la novia, el nombre de Nadeem quedó grabado entre el patrón que dibujaron en su piel, el maquillaje cubría el rostro cansado de la joven que desde muy temprano se había preparado, algo un tanto fuera de la tradición ya que ese mismo día de la bendición se casaría en una ceremonia igual de hermética que su compromiso.

En una habitación pequeña en el centro de Assam cubierta de flores y humo Rubí se mantenía inmóvil sentada sobre un cojín rojo al ras del suelo.

—Deseo con todo mi corazón que la vida junto a mi hermano sea larga, prospera y feliz para ambos —dijo Nirali.

—Te lo agradezco mucho —respondió Rubí entregándole un pequeño manojo de flores.

Detrás de Nirali venía el demonio en persona, cuyas intenciones no eran precisamente iguales a los de su hermana. Celeste se acercó con una sonrisa fingida y abrazó a la joven Farash y susurró al oído.

—No sabes lo feliz que me hace saber que voy a hacerte sufrir cada día de tu vida, serás la mujer más desdichada porque tu esposo sigue enamorado de otra —dijo separándose de su futura cuñada— y nunca va a quererte a ti ¡Estoy muy feliz! —exclamó mirándola a los ojos.

Dicho esto Celeste Niyam arrebató un par de flores de las manos de Rubí, la joven Farash disimuló el efecto de las palabras de su cuñada y bajó la mirada.

—Madre por favor cambia esa cara mi hermana te va a ver —mencionó Alisha.

—Es que es mucho lujo —contestó Eiinar.

—Precisamente eso era lo que querías. —señaló su hija.

—Si hija, pero yo quería que todos los de la comunidad lo vieran —respondió la madre de Rubí— y poderles parar la lengua, pero ya que, le diré a Luz que vaya y les cuente todo a detalle y si puede que exagere un poco...

—Ay mamá —se lamentó Alisha.

—De qué sirve tanto lujo y si no lo puedo presumir —insistió Eiinar— ahora que vea a Luz le digo.

Sentado en la terraza del hotel Anatolia, Nadeem esperaba la tarde-noche para bajar a la ceremonia donde uniría su vida a la joven que había comprado.

—Aun no entiendo por qué ella. —dijo Caín sacándolo de sus pensamientos— de tantas hijas de familia adinerada ¿Por qué elegir a la hija de un simple vendedor de telas?

—Es el vendedor de telas más reconocido de todo Assam. —Nadeem respondió jugando.

—Ya dime — insistió su amigo.

—Esto no tiene que ver conmigo, es un pacto de mi abuelo y el de ella —contestó tranquilo— fueron amigos en su juventud cuando ambos tenían la ambición de convertirse en empresarios exitosos.

— ¿Entonces fue un negocio más? —volvió a preguntar Caín.

—La promesa de no olvidar al otro si uno de ellos tenía mayor éxito —añadió— cómo quién dice fue una forma de ayudar al otro si la fortuna no lo favorecía.

— ¡Ah, pero que divertido! —Exclamó el amigo— ya me imagino si su abuelo hubiera amasado una fortuna, tú serías el desdichado que ella tendría que haber comprado...

—Probablemente —respondió el heredero antes de servirse una copa de vino.

— ¿Y por qué hacerlo todo en un solo día? —preguntó curioso Caín.

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