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Había creído que con el casamiento, dejarían de hablar de Neal y Belén. Pero no, siempre tenían algo para contar, o inventar si no tenían nada cierto.

El representante de la Nación, y su flamante esposa, se tomarían unas vacaciones de dos meses, junto con su luna de miel, antes de regresar a cumplir sus funciones.

Qué difícil era la vida de Neal, vivir viajando por el mundo, sin esforzarse mucho, y con una madre que lo cubría en todo.

Martina estaba estudiando para un examen, cuando notó algo extraño en su mano. Unas manchas comenzaron a aparecer en su piel, más claras y oscuras.

Y asustada, comprobó que esas manchas, se extendían por todo su brazo e iban hacia su pecho también. ¿Qué era eso? Nunca antes le había ocurrido algo igual.

Se fue rápidamente a su casa, para dejar sus libros y tomar su bolso e irse al centro de salud, cuando vio su reflejo en el espejo de su armario, casi gritando.

Uno de sus ojos estaba celeste, el otro tenía su color café. Su cabellos tenía zonas rubias, pelirrojas, azabaches, cobrizas ¡Era un desastre! Era como si su cuerpo quisiera cambiar de alguna forma.

—T-Tranquila, respira —se dijo en un tono nervioso.

Sabía que debía tranquilizarse, que eso podía deberse al estrés, que su organismo se estaba expresando. Sólo debía calmarse... ¡Y buscar un maldito profesional que pudiera ayudarla!

***

Se mordió la uña de su dedo pulgar, mientras subía y bajaba el talón de su pie derecho, esperando impaciente que aquella mujer decidiera atenderla.

En el trabajo había sido imposible, así que había tenido que ir a buscarla a su casa.

—Pasa.

Se levantó de la banca y entró a la casa de Heather, ignorando todo, antes de quitarse el gorro y las gafas de sol que llevaba, juntos con un largo abrigo... En pleno verano.

—Mire, si Melanie no estuviera presa, habría ido con ella. Pero usted es la única que puede entender que es lo que me está pasando. Los médicos de aquí no entienden a las unidades sintéticas, ellos creen que nosotros no padecemos de nada, lo cual es cierto.

Heather observó los ojos de Martina, su cabello, su piel, con una expresión seria.

—¿Es la primera vez que te pasa eso?

—Sí, jamás me pasó algo así, siempre pude controlar mi cuerpo, desde pequeña. He visto que esta transición sólo la pasan los humanos que cambian.

—¿Algo qué haya cambiado en tu rutina los últimos días o semanas? ¿Estás pasando por mucho estrés? ¿Estuviste expuesta a algún tipo de sustancia tóxica?

—A-Ah, sí, yo... Concurrí a un bar, algo... Experimental para Unidades Sintéticas —murmuró mirando hacia abajo.

—¿Qué consumiste?

—Sé que esto suena mal, pero no lo sé, confíe en un imbecil que me dijo que sólo era alcohol, y no fue así. Al otro día me levanté adolorida, con pocos recuerdos, y me duró más de doce horas los efectos.

Heather suspiró y negó con la cabeza.

—Ha saber que porquería te hicieron consumir, porque para que tu organismo reaccione de este modo, es porque fue algo muy tóxico. Tu organismo aún está intentando de expulsarlo. Déjame hacerte un chequeó general.

—Sí ¿Qué debo hacer?

—Sólo quédate quieta.

—Oh, de acuerdo —pronunció bajo, insegura.

Mío por derechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora