11

2.3K 342 40
                                    

—Un momento —bostezó, arrastrando los pies hasta la puerta.

Hacía apenas unos quince minutos se había despertado, y supo que era hora de levantarse, cuando su madre empezó a hacerle sonar el celular.

Ya eran las once de la mañana.

Al abrir la puerta, suspiró y cerró los ojos, recostándose sobre la misma.

—¿Qué quieres ahora, Neal? —le preguntó con fastidio.

—¿Ves esas cajas?

Abrió los ojos, y observó unas cajas de cartón de unos cincuenta centímetros de alto, al costado de los pies de él. Eran unas cinco por lo que podía contar.

—Si ahí adentro tienes tu ropa y pertenencias, y por alguna extraña, o estúpida, razón se te ocurrió que podías vivir conmigo, ya te voy diciendo que no.

—No, mis cosas las tengo en el auto —sonrió—. Esto de aquí son condones.

—¿Qué?

Tomó una de las cajas, y se la dio a ella, que por inercia la tomó, y luego tomó una él, entrando a la casa de la castaña sin que le diera permiso alguno.

—Pues compré muchas cajas, con cajas de condones, para que luego no digas que no soy precavido, y que no pienso en ti —le dijo saliendo para tomar otra.

—¿Pero qué dices? —le inquirió molesta, dejando la caja junto a la puerta—. ¿Qué te hizo creer que lo qué estuvimos a punto de hacer anoche se repetirá? Ya deja de ser tan desesperante.

La ignoró por completo, y entró todas las cajas, dejándolas sobre el sillón.

—Neal, te estoy hablando a ti ¿Qué crees qué haces? No somos nada, ni amigos, y por una promesa que hiciste hace más de una década atrás, no significa que tengas el derecho de tomarte este tipo de libertades.

—¿Necesitas etiquetar nuestra relación?

—No, lo que necesito, es que salgas de mi casa, me des mi espacio, y me dejes en paz.

—Tú misma lo dijiste, no somos ni amigos, y eso es porque no nos conocemos, y si no estamos juntos, si no compartimos actividades ¿Cómo se supone que nos conoceremos?

—¿Acaso oíste todo lo qué te dije?

—Te ayudaré a acomodar las cajas en tu habitación, y luego puedo esperar a que te prepares para que salgamos a desayunar, o almorzar si quieres.

—Okay, habla solo, lunático —le dijo con simpleza, cerrando la puerta para volver a su habitación.

—¿Prefieres qué te prepare algo? Sé cocinar muy bien.

Martina rodó los ojos y se fue a su habitación, cerrando la puerta con traba. Ella no iba a aguantar al insufrible ese, si quería quedarse en su sala, que se quedara.

Ella tenía una armario lleno de golosinas y comida chatarra en su habitación, y un mini refrigerador junto al mismo, dónde solía guardar botellas con agua y jugos.

A veces era tan floja, que Adam mismo le había dicho que llevara las cosas a su habitación. Conocía muy bien a su hija, y sabía que en ese sentido, se parecía a él.

***

Luego de una hora estar encerrada en su habitación, mirando televisión, comiendo nachos y bebiendo gaseosa de naranja en su cama, escuchó que Neal se acercaba a la puerta, intentando abrirla.

No, ella no usaba ningún sistema de seguridad dentro de las habitaciones de la casa. Serían muy primitivas las cerraduras con traba y llave, pero era la mejor opción para evitar que alguien se metiera.

La mayoría utilizaba y controlaba todo por medio de sistemas operativos para el hogar, lo cual facilitaba que pudieran colarse en ellos y entrar.

—¿Por qué trabaste la puerta? No puedo abrirla desde aquí.

—Esa es la idea —le dijo antes de llevarse varios nachos a la boca.

—Preparé algo para que comamos ambos ¿Puedes salir?

—No.

—Por favor, sólo quiero pasar tiempo contigo. ¿Crees que tenía esto en mente cuando vine aquí?

—No, creo que tú pretendías que yo te esperara en la cama con las piernas abiertas, para que me follaras cuando se te viniera en ganas. Y las cosas no son así, cariño.

—No esperaba realmente eso, aunque no suena mal.

Martina rodó los ojos y abrió una segunda botella de gaseosa.

—Está bien, no quieres comer lo que hice, puedes comer lo que tienes ahí entonces, pero déjame pasar.

—¿Intentarás acosarme?

—¿Acostarte?

—Ajá, tener sexo y tocarme.

—Am... ¿Tú no quieres hacer eso?

—No, obviamente no.

—Entonces supongo que no —murmuró.

—No me suenas convincente.

—No lo haré, abre.

Lo pensó unos segundos, y luego se bajó de la cama, para abrirle la puerta. Él estaba del otro lado, con sus ojitos de cachorro regañado, y lo ignoró.

Con estupideces no la iba a convencer.

—Entra.

La siguió hasta la cama, y se recostó del otro lado, quitándose las zapatillas.

—¿Qué esperas tú de mí?

—Nada —le dijo tomando unos nachos, antes de ofrecerle a él.

—¿Te da lo mismo que esté o no contigo? ¿No sientes nada por mí? ¿No sentiste nada anoche?

Martina desvió la mirada, para poder observarlo.

—¿Estás hablando en serio? Porque de cierto modo, me haces creer que... Qué estás enamorado de mí —le dijo sintiéndose extraña.

—Estoy enamorado de ti.

—No digas estupideces, ni me conoces —rodó los ojos—. Tú lo único que quieres, es tener sexo, sólo eso.

—Sí, quiero hacerlo contigo, pero si fuera sólo sexo ¿Por qué buscarte a ti?

—Porque tú mismo lo dijiste, no hay dos como nosotros.

—¿Qué hay de Anika?

—Es tu media hermana, enfermo —le dijo con asco.

—No quise decir eso —rio—. No tendría sexo con ella, pero, así como está Anika, podría haber otras unidades sintéticas por allí, como tus primas.

—Abres la boca y la cagas, mejor no digas nada —le dijo con fastidio, acomodándose en la cama.

—No soy bueno relacionándome, viví toda mi vida encerrado en la casa de mi mamá... Ni amigos tengo.

—No me conmueves con historias cursis —pronunció desinteresada, terminándose la bolsa de nachos.

—Ojalá fuera mentira —murmuró.

—Llegaste aquí con las intenciones de tomar el liderazgo de una nación, amenazaste a todos ¿Y piensas qué voy a creer que eres un pobre tipo solo y atormentado? No.

Él la miró, y no dijo nada. ¿Para qué contradecirla si no iba a creerle?

...

Mío por derechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora