Mitsuki asintió con pesadez. —Con mayor razón necesito tu apoyo. —dijo con seriedad. —Necesitamos de tu apoyo. Somos dos madres desesperadas que lo único que quieren es ver a sus hijos felices y no dejaremos que nadie se interponga en el camino. —añadió.

Entonces Toshinori sonrió.

Ya entendía.

Masaru le miró levemente y le susurró. —Lo siento, espero y comprendas.

Toshinori se cruzó de brazos y alzó su mirada, clavándola en el techo, observando el color crema tranquilo que envolvía a sus zafiros con suavidad.

—Lo entiendo. —respondió gentilmente, clavando su mirada en ambas madres. —Lo entiendo y es por ello que cuentan conmigo.

Inko esbozó una enorme sonrisa y sus jades se tornaron brillosas.

— ¡Lo sabía! —exclamó emocionada. — ¡Sabía que mi niño admiraba con mucha razón a alguien como usted!

Y Toshinori le sonrió dulcemente. —El joven Midoriya y el joven Bakugou contarán con mi apoyo aún si es en secreto así que por favor, no se preocupen. —respondió. —Además, no quisiera que se haya malinterpretado lo que hablé con Masaru hace un día, yo lo hice simplemente porque me preocupaba la situación. Desconocía totalmente la profundidad y gravedad del asunto.

—Lo sé. —respondió Mitsuki. —Es por tu preocupación que decidimos contarte toda la verdad, tu has estado tan presente como nosotros y por lo tanto, confiamos plenamente en ti, Toshinori.

—Así es. —respondió Masaru. —Lamento no haberlo aclarado antes, pero las cosas hace ya un tiempo se salieron de las manos y simplemente solo hemos dejado pasar el tiempo. —añadió, observando a Inko. —Esperamos de corazón que las cosas se solucionen para ambos y por sobre todo, para Izuku. —respondió con sus ojos preocupados. —No quisiera imaginar que se sentirá despertar cada día con la sensación de que te falta algo.

—Tampoco con la idea de saber cada día que te olvidaron y que eres su profesor. —habló esta vez Inko con tristeza. —Mi niño es fuerte e intenta ignorar aquellas emociones y aquel vacío ejercitándose cada día y manteniendo su cabeza ocupada, con los años aprendió a manejarlo de mejor manera, pero Katsuki-kun...

—Katsuki podrá hacerle frente. —respondió Mitsuki. —Es un maldito salvaje que siempre la caga pero que al final del día sabrá cual es la mejor decisión que debe tomar.

Toshinori suspiró y observó la misma servilleta que había estado doblando hace un rato.

Entonces pensó que realmente ellos dos necesitaban de su intervención y ayuda.

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Inko entró lentamente hacia su casa.

Con grandes bostezos se estiró con pereza y subió las escaleras lentamente.

Una enorme sonrisa invadía su rostro.

Nunca se imaginó que el propio profesor que Izuku admiraba tanto estaría a su favor e incluso quisiera ayudar. Eso sin duda le dejó muy sorprendida y con un sabor de boca muy dulce.

Su gentileza era algo de lo que sin duda le había cautivado.

Subió lentamente las escaleras y entonces, con sus cabellos despeinados observó la puerta de la habitación de Izuku.

Soltó un suspiro y avanzó lentamente.

Dio leves golpecitos. —Ya llegué, mi niño. —Le susurró suavemente a través de la puerta. —Espero y estés teniendo dulces sueños. —añadió con sus ojos llorosos y una amplia sonrisa. — ¿Sabes? Hay mucha gente que te adora y que quiere lo mejor para ti, aún si para ti resulte confuso y simplemente no logres entendernos.

¡Ah! Katsuki-sensei ¦Katsudeku¦ Where stories live. Discover now