Trompetas y Armaduras

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Marinette iba tarde a la escuela, corriendo.

Estaba a punto de entrar al colegió cuando un sonido desgarrador de timpanos se hizo presente en el lugar, provocandole a algunos sordera temporal.

Pobres parisinos, aparte de ciegos, sordos.

Fué Adrien tocando las trompetas de entrada para la reina. Bueno, intentando tocarlas ya que justo despues de soplarle al instrumento se desplomó, cayendo al suelo mientras recuperaba el aire que había perdido.

Marinette corrió a auxiliarlo pero el se paró de un salto.

-¡No su majestad, no se moleste!- gritó Adrien con el aire que pudo tomar. Un hilo de voz

-¿Todavía sigues con eso?- preguntó Marinette sorprendida de tanta idiotes.

-¿A que se refiere con eso su majestad?- ella solo rodó los ojos y caminó al salón ignorando al chico que la venía siguiendo.

-Larga vida a la reina Marinette, larga vida a la reina Marinette, larga vida a la reina Marinette, Larga vida a la...- gritaba cual desquiciado pareciendo más disco rayado.

Todos comenzaron a mirar extrañados al par.

¿Le habrán dado a Adrien demasiada azúcar por la mañana?

Marinette simplemente trataba de ignorarlo.

La ojiazul comenzó a sentir la mirada de varias personas sobre ella. Había mucho material para molestarla y eso no le gustaba para nada.

Marinette ya sin ideas, decidió ocupar la de emergencia.

-¡No vengo con él!- gritó Marinette negando a Adrien y se fué corriendo dejandolo solo.

Él la miró con decepción ya que no le dió razones para hacer eso.

Solamente le había hecho pasar la mayor verguenza del mundo. En fin, seguro eran cosas de reinas.
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Muchas chicas miraban con envidia a Marinette ya que Adrien estaba de rodillas a sus pies.

Varias deseaban estar en el lugar de la azabache y ella en lugar de disfrutarlo parecía estar aterrorizada.

Adrien simplemente sonreía mientras terminaba de recitarle un poema que había hecho la noche anterior.

El rubio, cuando hizo un poco de memoria, recordó que siempre le había llamado princesa y muchas veces hasta por su nombre a la Reina Azabache.

¿¡Acaso siempre fué tan igualado!?
Que verguenza con su Reina.

Ese pensamiento lo hizo ponerse ligeramente rojo. Su sonrojo aumentó salvajemente cuando Marinette se acercó a él y lo tomo de la barbilla haciendolo levantar.

¿Acaso lo iba a besar? ¡No estaba listo!

¡No se había puesto balsamo y brillo labial!

¡No había practicado con la manzana!

Aunque...  como ella era una reina ¿El no se podía negar a ser besado, verdad?

-Por favor levantate y llamame por mi nombre porfavor- le dijo por lo bajo y se fué dejando a Adrien con los labios estirados.

Talvez el si quería ser besado por la Reina Marinette.

La ojiazul al creer que ya estaba libre de las burlas de sus amigos y de las que Adrien había provocado, volteó a ver al que pensó un maniquí con una armadura puesta.

-Su majestad- le dijo la armadura a Marinette.

A ella casi se le sale el alma al ver que el supuesto maniquí le estaba hablando. Llevaba media hora ahí y nunca lo había visto moverse.

-¿Quién eres?- le preguntó intentando mantener la calma.

-Soy tu leal caballero Luka- le dijo a lo que ella se sorprendió.

Lo esperaba de Adrien que no podía ser más baboso por falta de vitaminas ¡Pero de Luka jamás!

Ahora tenía miedo de saber con que otra cosa la podían sorprender al siguiente día.

Continuara...

Tengo tantas ideas.

Larga vida a la reina MarinetteOnde as histórias ganham vida. Descobre agora