9. El cumpleaños

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En cuanto Will puso un pie en Feirra, abrió la boca y no la volvió a cerrar.

Las gemelas habían ido a buscar a los merodeadores a sus casas para llevarlos allí, pues estaban invitados al cumpleaños de Miguel. Así que todos caminaban en dirección a casa de los Moon.

-Comadreja, cierra la boca -rio Peter, viendo la cara de su amigo pelirrojo.

-Es que es tan bonito...

Las calles de la hondonada eran mucho más coloridas que las de cualquier otra ciudad. Las casas, con sus balcones llenos de flores, tenían sus esquinas ligeramente curvadas; algunas de ellas casi parecían cilindros. El suelo estaba asfaltado con piedras, como las calles medievales. Las hadas, vestidas con su extraña y original combinación de ropa, paseaban de un lugar a otro, y se podían escuchar conversaciones tanto en inglés como en karska.

-¿Y dices que tú ya has estado aquí? -le preguntó Will a Sirius.

-Sí -dijo él-. Cuando me escapé de Grinmauld Place, me encontré con las gemelas, y su madre me dejó pasar la noche en su casa.

-Y luego al día siguiente por la tarde se vino a la mía -añadió James.

Remus se acercó a Gadea.

-Señora Moon, ¿le ha sido complicado conseguir que nos dejen entrar a Feirra?

-La verdad es que tuve que pedir un par de permisos -explicó ella-. Pero no me fue demasiado complicado. Alvar es una figura importante aquí, ¿sabes? Una tiene influencias útiles.

-Sí, eso nos ha salvado a nosotras de varias denuncias -comentó Roxane por lo bajo.

-¿Cómo has dicho?

-¿Eh? ¡Ah, nada, nada!

-¡Mirad, ya hemos llegado! -dijo Irma, para desviar la atención-. Bienvenidos a casa, chicos.

La casa de los Moon, de una forma ligeramente cilíndrica, contaba con tres pisos de altura. Era de un pálido color verde, con tejado oscuro; tenía un pequeño jardín delantero y una verja no muy alta de barrotes blancos.

El grupo cruzó la verja y rodeó la casa hasta el jardín trasero, que era bastante amplio.

El suelo estaba cubierto por una frondosa capa de césped; la verja que lo delimitaba estaba llena de enredaderas y flores, y en una esquina había un pequeño árbol. En el centro, había una mesa con ocho sillas alrededor, y sobre ella había dulces y cosas para picar. Un niño de unos diez años estaba revisando que todo estuviera bien colocado.

-¿Este es el cumpleañero? -preguntó James

-Lo es -asintió Roxane-. ¡Miguel, invitados!

El aludido se dio la vuelta, y con una sonrisa de emoción se acercó a ellos, saludándolos uno por uno con la nariz.

-Feliz cumpleaños -le dijo Remus-. ¿Cuántos cumples?

-Once -respondió Miguel, radiante. Miró al grupo de magos de nuevo-. Dijisteis que había dos hijos del fuego, pero aquí sólo hay uno.

-Lily no ha podido venir -explicó Irma-. Pero no pasa nada; otro día te la presentaremos, ¿vale?

El niño se encogió de hombros, conforme, y dijo que iría al interior de la casa a por bebidas.

-¿No son muy pocas sillas para una fiesta? -planteó Will, tras ver las que había.

-Miguel no tiene muchos amigos -dijo Roxane.

-No se lleva muy bien con sus compañeros de clase -añadió Irma.
Sirius torció el gesto. Miguel le había caído muy bien; era un buen chico. Todavía recordaba la conversación que tuvo con él la noche que escapó, en el cuarto del niño.

Magos, hadas y brujas [Lucy Weasley: Precuela] (PAUSADA)Where stories live. Discover now