8. La fuga

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Sirius pasaba encerrado en su cuarto la mayor parte del día. En realidad, era lo mejor, aunque no podía negar que se aburría.

Fuera llovía copiosa y rápidamente, acompañando al ánimo del chico.

Mirando al techo de su habitación, pensaba en sus amigos constantemente, y en lo bien que podría estar pasándolo con ellos.

Se acordaba también de las gemelas, y de la cinta y la chaqueta que se habían quedado. Se había dado cuenta de que no lo compartían entre ellas; sólo Roxane usaba la cinta roja, y sólo Irma usaba la chaqueta negra.

Salió de su ensimismamiento cuando Kreacher aporreó la puerta con fuerza.

-El señor y la señora Black exigen la presencia del joven señor Sirius para cenar, señor -dijo el elfo con su voz áspera.

Sirius se levantó la cama y se estiró, observando su baúl. Apenas lo había vaciado desde que llegó una semana antes. Quería marcharse de allí, pero aún no había decidido cuándo lo haría.

Observó las fotografías que tenía sobre la mesilla. En la primera, aparecían Remus, Will, Sirius, James y Peter. Saludaban a la cámara y hacían tonterías y caras extrañas.

En el centro había puesto la fotografía que James les había sacado a Irma y a él; ella estaba subida en la espalda de Sirius con la chaqueta negra puesta, y ambos reían sin descanso.

Y en la tercera, aparecían ellos también Roxane e Irma. La primera bromeaba con James mientras revolvía el pelo de Will, que tenía la nariz colorada. Mientras, Sirius sacaba la lengua y cruzaba los ojos, y rodeaba los hombrs de Irma con el brazo. Ella, que también hacía tonterías, se detuvo por un momento y le dio a Sirius un sonoro beso en la mejilla, y luego volvió la vista a la cámara. Sirius la miró y sonrió con nerviosismo, mientras Remus le lanzaba una mirada burlona.

El chico sonrió ligeramente al ver la última foto. El día que Irma le dio un beso en la mejilla por primera vez, se puso tan contento que por la noche se encerró en el baño y gritó de emoción como una niña histérica.

Qué idiota

Kreacher volvió a llamar a la puerta con insistencia.

-El joven señor no debería hacer esperar tanto a los señores de Kreacher.

-¡Ya voy, maldito impaciente! -le gritó Sirius.

Volvió la vista un momento a las fotografías y caminó hasta la puerta. Salió al pasillo, donde estaba el elfo doméstico, y cerró tras de sí.

Kreacher le miraba con cara de pocos amigos. Con un gesto, le pidió que le siguiera. Bajaron las escaleras hasta la gran cocina en el sótano, donde los padres y el hermano de Sirius ya estaban sentados la mesa, y habían empezado a comer. El chico se sentó a la izquierda de su padre y agarró el tenedor.

-Estaría bien que bajaras a cenar a la hora -le reprochó su padre con calma. Sirius asintió con un gesto seco; no le apetecía discutir-. Deberías mejorar tus modales Sirius; así te iría mejor -tomando una cucharada de alubias, observó a su hijo de arriba a abajo-. Veo que por fin has hecho caso a tu madre y te has desecho de esa cinta ridícula. Y de tu chaqueta estúpida también.

Sirius miró a su padre a esos ojos grises que tanto se parecían a los suyos. Frunció el ceño, como alguien que se preparaba para discutir, pero su padre lo miró con esa calma tan fría que tanto inquietaba a otros magos. El joven Black apartó la mirada y miró su plato de alubias como si fuera algo muy interesante.

Sin embargo, le pareció extraño que su madre no hubiera hablado todavía. Compartía extrañas miradas con su hijo pequeño, y luego volvía la vista hasta su hijo mayor. Con cuidado, dejó la cuchara a un lado. Miró a su esposo, y después a Sirius.

Magos, hadas y brujas [Lucy Weasley: Precuela] (PAUSADA)Where stories live. Discover now