2. Las bestias

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Era viernes por la tarde. Finales de abril. El día era nublado, pero con una buena temperatura.

Muchos alumnos salieron fuera del castillo después de clases. Entre ellos los Merodeadores, que estaban sentados cerca del lago. Se estaban pasando el rato, como solían hacer. Sin embargo, James dejó de relajarse en cuanto vio a Lily Evans caminando con unas chicas de Gryffindor cerca de ellos.

El azabache se había levantado y acercado a Lily.

-¡Déjalo, James! -le aconsejó Sirius entre risas.

-No te va a hacer caso -le dijo también Remus-. Nunca lo hace.

William cerró su libro sobre seres mágicos, se levantó, y fue hasta James.

-¡Te he dicho que me dejes en paz, Potter! -gritaba la pelirroja Evans-. Nunca saldré contigo. Ni aunque fueras el último hombre de la tierra, ¿me has oído? ¡Nunca!

-¡Evans, por favor, no seas así! -suplicaba James.

-¡Que no!

Will cogió a su amigo del brazo, mientras se aguantaba la risa. En verdad, James parecía un completo desesperado cuando se trataba de Lily.

-Vamos, James - le dijo el pelirrojo-. Tómate un descansito. Adiós, Lily.

-Hasta luego, Will - respondió la chica-. Y gracias por llevártelo.

-¡Te aseguro, Evans, que algún día saldrás conmigo como que me llamo James Potter! -gritaba James, mientras William trataba de llevárselo de allí.

-Tienes que mejorar tu técnica, Cornamenta -dijo Sirius-, porque está claro que esta no te está funcionando.

-¡Es que se lo he pedido un millón de veces! Y sigue diciendo que no... -se lamentaba James.

-Qué le vamos a hacer -comentó Peter.

-Tal vez tengas comportamientos que no le agradan -dijo Remus-. Deberías mirar cuáles son y cambiarlos.

-Y así se plantearía tener una cita contigo -concluyó Will, con sus ojos verdes fijos en el libro de seres mágicos.

-Comadreja, te vas a dejar la vista en ese libro -dijo James-. ¿Nunca has pensado en hacer algo que no implique a las criaturas mágicas o una mención sobre ellas?

Pero Will no escuchaba. Estaba absorto leyendo su libro, en la sección de hadas plumosas, sus criaturas favoritas.

-Ajá, James, me parece correcto -dijo sin levantar la vista.

-Luego el que se pasa la vida metido en libros soy yo -dijo Remus, y volvió la vista al libro que tenía en el regazo-. Que por cierto, tengo que terminar de leer el mío.

-Nuca os entenderé, de verdad -comentó Sirius-. Si algún día tenéis hijos, ¿les obligaréis a leer tanto como vosotros?

-¿Tú te has planteado siquiera el tener hijos o simplemente una relación seria con alguien? -le preguntó James, y empezó a reír.

Sirius puso cara de ofendido y se cruzó de brazos, fingiendo estar enfadado.

-¡Vaya! -exclamó Will-. ¿Sabéis que las hadas tienen hachas especializadas para cortar cabezas según el grosor del cuello y la piel del ser al que se enfrentan? Es increíble.

-Eso da miedo -musitó Peter.

De pronto, los chicos escucharon un desagradable sonido. Remus levantó la vista de su ejemplar de El Señor de los Anillos.

-¿Habéis oído eso? -preguntó.

Los demás asintieron y William aguzó el oído. Se escuchó de nuevo. Era un chillido. El pelirrojo cerró el libro que tenía y se levantó. El chillido se oyó otra vez; provenía del bosque prohibido.

Magos, hadas y brujas [Lucy Weasley: Precuela] (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora