El juicio de Caín: parte I

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La corte del estado se preparaba para realizar el caso 793, el estado en contra de Caín Stepler.

Donari había encontrado solo una pista que había conseguido enjuiciar a su adversario, un video de una gasolinera no muy lejos del hotel donde se veía al menor.

Aunque eso no probaba nada había sido suficiente.

Aquella noche los gemelos estaba en la habitación de Abel tratando de dormir antes del juicio.

—Caín —lo llamó su hermano.

—Duérmete Abel —gruñó Caín.

—¿Tienes miedo? —preguntó.

—De que hablas tengo al mejor abogado —exclamó mirándole.

—El tío Deimon no es bueno —estableció— salva delincuentes.

Caín suspiró, muy pocos entendían el verdadero trabajo de su tío.

—No claro que no —aseguró— les da una segunda oportunidad, solo acepta casos sin antecedentes.

Abel bufo y puso los ojos en blanco.

—Si sabes que aunque ganes todos pensaran que lo hiciste, te verán como asesino —le recordó.

—Eso ya lo hacen —dijo para darse vuelta e ignorar al menor.

Caín durmió como si nada, pero ninguno de los demás en esa casa pudieron dormir esa noche.

Adán organizaba el caso con su hermano quien se veía tranquilo.

—Te recuerdo que no puedes fallar —dijo Adán a su hermano.

—No lo haré —aseguró— se hacer bien mi trabajo.

—Yo igual Deimon —aclaró  a su hermano— mi trabajo es ser un buen padre y si fallas conocerás lo que es capaz de hacer un padre por su hijo.

Deimon suspiró, conocía bien a su hermano y sabía perfectamente de lo que era capaz.

La mañana siguiente los Stepler se dirigieron al juzgado, un caso que se había hecho popular entre la comunidad de abogados, Perkins contra Stepler.

En la sala se encontraba en su mayoría abogados, prensa, incluso algunos estudiantes entusiastas quienes venían aprender del maestro Deimon Stepler, la leyenda.

Para Caín solo estaba su padre, su hermano y claro la novia de su hermano.

Poco antes de entrar Adán se quedó con su hijo.

—Todo va a salir bien —le dijo para calmarlo.

—Lo sé —contesto tranquilo— deberías creértelo más.

Caín entró a la sala con las miradas sobre él, todos murmuraban asombrados por su apariencia, solo una mirada hacía falta para callarlos.

Se sentó junto a su tío a la espera del juez.

Jason Blyde era uno de los jueces más famosos y duros incluso había estado en el juicio de Ted Bundy.

Muy pocos lo sabían pero Deimon Stepler había sido su aprendiz, un voto más a su favor.

El juez Blyde adoraba más que nada el sonido de silencio cuando entraba en la sala.

—Abogados —los llamó.

Deimon y Donari se acercaron, ambos con un porte fino y elegante pero nadie le ganaba al encanto del diablo.

Jason tomó el caso y le dió una leída rápida.

Querido CaínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora