La resurreción de Caín

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"Quien no conoce su historia está destinado a repetirla" fue la frase que utilizó la maestra para abrir la clase, una frase que llamó la atención de Abel

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"Quien no conoce su historia está destinado a repetirla" fue la frase que utilizó la maestra para abrir la clase, una frase que llamó la atención de Abel.

—¿Alguien quiere darnos un ejemplo de esta frase? —preguntó la maestra, obviamente nadie levantó la mano— Abel, venga danos un ejemplo y has tu regreso triunfal.

El menor se quedó pensándolo por un momento.

—Si ignorará el hecho de que me comí diez tacos de la cafetería y lo volviera hacer probablemente me volvería enfermar —aseguró el ojiazul.

El salón estalló en risas incluyendo una pequeña mueca de la maestra evitando reírse.

—Aprendiste la lección no es así —trato de corregir— por lo tanto es probablemente que no lo vuelvas hacer.

—No lo sé maestra a probado esos tacos —alzo la ceja negando— vale la pena el riesgo.

La maestra asintió divertida.

—Gracias Abel por tan buen ejemplo —sonrió— y tiene razón en cierto punto, y es que las personas cometen las mismas acciones esperando resultados resultados ¿Por qué creen? —preguntó— venga chicos denme ideas...

Mientras la maestra acechaba al grupo por respuestas aquel castaño sentado a un lado de Abel le miró.

—Yo que tu estaría preocupado, todos sabemos como termina la historia de Caín y Abel —guiño el chico— sin duda no falta mucho ya que tu hermano es un asesino —murmuró.

El menor de los gemelos se giró, cerrando los puños tratando de controlarse y no reventarle el labio en ese momento.

—Mi hermano no es un asesino —dijo tajante.

—Seguro, lo que digas —evadió soltando una pequeña risita— tu mamá debe estar de acuerdo contigo.

Abel respiro y asintió tranquilamente, tomó aquel pesado libro de historia para terminar estrechándolo con fuerza en su cara.

El ruido de un crujido se escuchó seguido de los chillidos de aquel chico.

—¡¿Que Mierda... —dijo entre lagrimas, la sangre brotaba de su nariz sin dejar de parar.

—¡Abel! —exclamó la maestra asustada— ¿Qué está pasando aquí?

—Me rompió la nariz —murmuró Alexander.

—Acusó a mi hermano de matar a mi madre —miró a la maestra con cierta molestia y dolor en su voz.

—No es razón para golpearlo —arremetió ella contra el joven.

—Estas igual de loco que tú hermano —atacó el castaño.

—¡Oh quieres otro! está vez procuraré romperte la boca para que dejes de decir mierda —se exaltó el menor.

Querido CaínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora