Caín... ¿Asesino?

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Esa mañana Abel despertó temprano, la urgencia de ir a ver a su hermano lo hizo despertar tan temprano como no lo hacía en años.

Al bajar se encontró a su padre tomando café, tampoco había dormido muy bien.

—¿Papá? —preguntó él confundido.

—Abel —respondió el padre sorprendido— apenas son las siete, me sorprende que estés despierto.

—No quiero dejar a Caín solo tanto tiempo —explicó un poco triste.

—Tienes escuela —dijo el padre serio.

Abel lo miró con fastidio, sabía que algo pasaba con su padre.

Su padre se levantó y tomó las llaves del coche.

—Supongo que puedes faltar a las primeras clases —dijo sonriéndole cansado.

Ambos se dirigieron al coche, en el camino no dijeron mucho hasta que Abel se atrevió a preguntar.

—¿Y mamá? —preguntó confundido, no la había visto al llegar del hospital.

—Ella se tomó unos días libres —respondió él pues había encontrado una nota.

—Se... fue —dijo él triste— no volverá.

—No, claro que volverá... ella solo necesita tiempo de acuerdo —mintió su padre, no sabía si volvería.

—Bien —dijo Abel triste.

Al llegar el lugar estaba lleno de personas, medios de comunicación y estudiantes.

—Papá —exclamó algo confundido.

—Debe ser por lo del accidente —le sonrió para que no se preocupara.

Entre los pasillos Abel y su padre llegaron a la habitación, ahí se encontraba el doctor.

—¿Ocurre algo? —preguntó mirándole preocupado.

—No, todo está perfecto solo quería revisarlo para poder darle el alta —explicó él, se había asombrado tanto por el color de sus ojos que deseaba saber más— sígame.

Adán salió tras el doctor, Caín estaba incómodo, lo único que quería era irse.

—Hay demasiados policías afuera —comentó Abel sentándose a su lado.

—Lo sé —dijo cansado— al parecer los sobrevivientes no resistieron una noche más.

—¿Tu... —preguntó temiendo preguntar.

—No fui yo —se apresuró Caín mirándole a los ojos— causas naturales por el accidente.

Abel le miró confundido, algo dentro de él no se sentía bien, había sentido eso muchas veces, siempre después de una muerte.

—¿Ya podemos irnos? —preguntó Caín mirándole.

—Eso creo —respondió él saliendo.

Frente a su habitación se encontraba Adán hablando con el doctor.

—Sus ojos —dijo el doctor mientras llenaban los formularios.

—Si —respondió sabiendo a donde quería llegar— cambiaron a los meses de nacido, algo de una mutación —explicó restándole importancia.

—Su hijo es único —dijo el doctor sonriendo.

—Todos los hijos lo son no —respondió Adán, su comportamiento lo perturbaba.

—Claro, a lo que quería llegar es que su hijo podría tener un síndrome, el síndrome de Alejandria, es algo que creemos es la nueva evolución del hombre —explicó Richard, siempre había tratado de encontrar alguien así.

Querido CaínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora