Capítulo 1

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Suspiro mientras quito los enredos en el cabello de Lady Alice. Una y otra vez sumerjo el cepillo en las doradas hebras hasta que se vuelven suaves como la seda.

—Te extrañaré cuando me vaya — dice, observándome por el espejo frente a ella.—cuando me case con el Rey ya no voy a necesitarte. Me iré de aquí y me convertiré en Reina.—

Hago un esfuerzo monumental por no rodar mis ojos. —lo entiendo mi Lady, no tiene que explicar. — ella ha recitado las mismas líneas una y otra vez durante años.

El día en el que Lady Alice Zuberg conoció al heredero al trono de Underworld, cumplía siete años. Yo estaba con ella. 

He servido a Lady Alice desde que tengo memoria, pero en ese entonces, éramos amigas.
Mi madre había sido amiga de la madre de Lady Alice, pero murió dándome a luz, así que la marquesa Zuberg me tomó bajo su tutela como dama de compañía de la pequeña Alice. A mi padre nunca lo conocí. Solo me dijeron que murió joven en la guerra. Guerra que parece no tener fin. 

La casa de campo del marquesado Zuberg ha sido mi hogar desde que nací. Era feliz aquí, pero esa mañana todo cambió. Esa mañana de finales de enero, yo estaba en el jardín, el sol se había asomado entre las nubes y hacía que el frío cortante de la época fuera algo más soportable. Yo me encontraba persiguiendo a una mariposa de alas blancas que revoloteaba cerca de las flores que con tanto esmero cuidaba en el jardín, me gustaban esas flores y no quería que nada las dañara.

La pequeña mariposa se paró encima de una preciosa rosa roja. Se veía tan bonita. Me acerqué lentamente para intentar tocarla pero de repente, una voz me sobresaltó, provocando que sacudiese la flor y la mariposa saliese volando. 

—¿Sabes que las mariposas son muy frágiles?—dijo una voz, con un evidente tono de crítica. Mire a mi alrededor desconcertada, pero no vi a nadie.

—Aquí arriba.— Levanté la cabeza y vi a un niño sentado perezosamente en una de las ramas más gruesas y altas de un árbol sobre mí. Me miraba con seriedad. Tenía el cabello negro y una enorme mancha de barro en la mejilla. Eso es lo único que recuerdo de él ahora, su rostro está borroso en mi memoria pero me recuerdo observándolo con una mezcla de temor y curiosidad. Pensaba en cuánto tiempo llevaba ahí, mirándome.
Su ropa estaba arrugada y sucia, como si hubiese estado revolcándose por el suelo y quizás lo hizo. 

Al ver que no respondí, el niño siguió hablando. —Podrías haberle roto un ala.— lo dijo con tono acusador. Fue eso lo que consiguió que la indignación sobrepasase mi timidez. —¡N-no iba a hacerle daño! —repliqué enfadada.—Y tú no deberías espiar a la
gente. — El niño me dedicó una sonrisa burlona, como si mi nerviosismo le pareciera gracioso. Sentí que el calor inundaba mis mejillas. Sin embargo, el niño no hizo ningún comentario al respecto. 

—Soy un invitado de esta casa, así que puedo estar aquí si quiero.— fue toda la explicación que me dió. Pensé que debía ser hijo de algún invitado de los marqueses, mi timidez volvió y no pude responder nada más. Yo no era noble y no debía decir nada a los invitados, esa siempre fue la regla que no debía romper. Así que, enfadada conmigo misma, no se me ocurrió otra cosa más que dar media vuelta en dirección a la casa. Estaba claro que no podía ser amiga de los invitados de la casa. 

Sin embargo, antes de dar un paso más, su voz me detuvo. —hey, calabacita —me llamó. Me di la vuelta enojada. Odiaba los sobrenombres que venían con el hecho de tener el cabello de un color poco usual y que un niño que no conocía me llamara así era demasiado.

—¡No me llames así!— dije al borde del enfado pero cuando lo enfrenté noté que él no lo decía de forma burlona, sino que su semblante eran más amable, me sonreía con dulzura. 

Dark KingWhere stories live. Discover now