Final: Amor

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Jimin lo meditó con mucha calma. Habló con la Dra. Kim, con Mazapán y finalmente lo consultó con la almohada. Ella sabía que era necesario cerrar el ciclo, pero hablar con JungSook la aterraba. Para empezar, ni siquiera sabía si la castaña accedería a que conversaran y sinceramente lo que menos quería era molestarla (o encontrarse a YugGi). Finalmente supuso que un plan de acción en un territorio neutral, y de la manera más asertiva posible sería la mejor opción. Debido a que no tenía otra manera de encontrarla (la castaña la había bloqueado de toda red social, y Jimin no la culpaba), decidió esperarla cierto viernes afuera del santuario de conejos. La pelinegra ya tenía un plan, le pediría que hablaran y si la castaña se negaba no volvería a intentarlo, era todo o nada. 

Ese día, Jimin se arregló con cuidado. Se puso un bonito overall con un suéter rojo de textura muy suave. Llevaba también, sus botitas Timberland (y sí, se las había comprado por obvia influencia de ciertos ojos redondos) y su cabello caía cerca de su barbilla, brillante como la medianoche. Había empacado en su mochila dulces, con la esperanza de que todo saliera bien y había aprovechado para comprar golosinas para los conejos. 

Mientras esperaba sobre la acera su corazón latía con fuerza. Observaba sus botas como si fueran lo más interesante del mundo. En cualquier momento JungSook podría aparecer por la esquina y Jimin no sabía si podría cumplir con su misión. Las manos le sudaban. De pronto toda la seguridad que había ganando gracias a la terapia parecía abandonarla. Respiración en tres tiempos había dicho la Dra. Kim. Inhalar, exhalar. 

—¿Jimin?

La pelinegra volteó al escuchar su nombre y se encontró con la persona exacta que había estado esperando. 

—JungSook....

La castaña lucía una playera gris con jeans, un chongo despeinado y un gesto de cansancio. Jimin tomó aire y se armó de valor, era ahora o nunca.

—Quería saber, si podemos hablar. Será rápido, lo prometo. Sólo... —Jimin podía sentir los latidos retumbando en su cabeza— dame cinco minutos, y no te volveré a molestar. 

Los hombros de JungSook cayeron mientras un suspiro dejaba sus labios, como una mezcla de cansancio y resignación.

—Cinco minutos, pero que sea adentro. Necesito alimentar a los conejos.

Jimin asintió. Claro que sabía que HyeKyo no estaría ese viernes porque había salido de la ciudad. Claro que sabía que JungSook estaría sola y podrían hablar en privado. Para Jimin era obvio que ese lugar era un refugio y lugar seguro para la castaña, si no era ahí no podría ser en ningún otro lado. Siguiendo a la figura más alta, Jimin se dirigió al cuartito donde dejaban las herramientas y uniformes, se colocó sus propias botas de plástico y siguió a JungSook a la parte donde estaban los conejos. Sin decir mucho, repartió las golosinas, le ayudó a sacar la comida de los contenedores y rellenar los platitos de agua, así como cambiar el heno y dar una revisada express a Algodón, una conejita blanca que en una semana daría a luz. 

Una vez atendidos los animalitos, JungSook se acomodó en su silla favorita del jardín, con Mazapán bien acomodada entre sus piernas.

—Te escucho.

Jimin respiró profundó, con Panqué a sus pies mientras ella se colocaba en cunclillas, quedando más abajo que JungSook.

—Antes que nada, quisiera pedirte perdón. De lo que más me arrepiento es que te lastimé, cuando me prometí que jamás lo haría... —Jimin se mordió el labio— pero lo hecho está hecho. Si pudiera regresar... cambiaría todo, pero de nada sirve eso. Simplemente... pérdoname. Sé que fue mi error y lo asumo —Jimin levantó la mirada y se sorprendió al encontrar los ojos que tanto amaba llenos de lágrimas y de enojo.

#7 Rojo ❥ Jikookmin Two ShotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora