X: Disimular.

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18 de enero de 2019.

Raúl.

Apenas pude dormir por la pesadilla que tuve. Se me notaba en la cara que tenía más ojeras que de costumbre, y eso era realmente difícil. Frente a mí estaba mi prima mojando una galleta en su vaso de leche frío.

—¿Cómo te fue ayer en la universidad? —le pregunté para romper el hielo.

—Bien —me respondió tajante y seca, llevándose la galleta a la boca.

—Oye Daniela... Llevas días muy rara. Y puedo entenderlo. Nuestros padres han muerto y no es nada justo. Pero...

—¿Pero? —me fulminó con la mirada.

—Pero yo no tengo culpa y estoy sufriendo igual que tú —le mantuve la mirada a pesar de que estaba bajo de ánimos.

Dani miró hacia un lado y se colocó un mechón de pelo tras la oreja. Maldijo en español y, tras unos segundos en los que yo aproveché para echar cereales en el tazón, volvió a mirarme. Su rostro estaba más apacible.

—Perdóname, tienes razón. La estoy pagando contigo cuando no lo mereces... Es que estoy pasando por muchas cosas malas últimamente.

—¿Qué te pasa? ¿Es por lo que hablamos el otro día...? A ver si de verdad te han roto el corazón.

—Te confieso que sí, que me lo rompieron. Está hecho pedazos por todo —sonrió entre triste y cansada, y volvió a mojar otra galleta en la leche—. Nunca te enamores, Raúl. Es una mierda. A mí se me ha juntado con lo de papá y el tío.

—Bah. El amor no es para mí —me encogí de hombros echando la leche en el tazón y revolviendo los cereales—. Tengo una follamiga, pero ahí se queda la cosa.

Aunque realmente era un chico, pero no veía conveniente decírselo a Daniela, pues no sabía cómo reaccionaría. De una cosa estaba seguro; Doscu no me gustaba ni por asomo. Tenía un buen cuerpo y ambos disfrutábamos del placer que podíamos darnos el uno al otro, pero fin. Me gustaban las mujeres.

Daniela rio por primera vez desde que nos enteramos de las muertes de nuestros padres, y aunque no lo entendía, me alegró un poco.

—¿Qué pasa?

—Es que yo siempre pensé que te atraía Francesco Lancerotti.

Pestañeé un par de veces, muy incrédulo por lo que acababa de decir, y solté una carcajada limpia. Entendía que mi prima necesitara hacer bromas para animarse, ¡pero eso superaba los límites! Era la tontería más grande que había soltado nunca.

—¿Por qué pensabas eso? Es ridículo.

—¡No paras de hablar de él! Que si esto, que si lo otro. Que si estaba sentado mirando hacia la ventana con aire melancólico, que si el pantalón del uniforme se le había manchado. Te fijas mucho en lo que hace y dicen que del odio al amor hay un paso.

—Soy hetero —dije como razón obvia para que ni siquiera aquel... Asqueroso me gustase.

—Entonces... No te importará que vaya a casarse, ¿no?

—Evidentemente... ¿No? ¿Qué quieres que te diga ante eso, Daniela? Para cebo hubiera estado bien de gustarme ese gilipollas.

—Pero no es un cebo. Es la verdad. Pregúntale tú mismo si quieres, ¡pero no digas que te has enterado por tu única prima!

No la creía, y no iba a perder el tiempo y saliva en hablarle a ese tonto para preguntarle si Daniela tenía razón o no. Y si se casaba, ¿a mí qué me importaba? Podía pudrirse con su enamorada si así quería. O follársela todos los días hasta cansarse de ella. ¡A mí qué!

Muerte en vida. #PGP2019Where stories live. Discover now