V: FAMILIA KOZLOV.

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12 de enero de 2019.

—Se acabó el tiempo, Ninette. De todas formas, para la próxima semana te voy a mandar una tarea. Espero que la hagas.

La joven, que miraba sus manos entrelazadas y apoyadas en su propio regazo, asintió en silencio con una tranquilidad fingida. Deseaba salir de ahí, pues, la conversación que habían tenido en esa hora no le había acabado de agradar. Y ni siquiera era capaz de comprender del todo por qué.

—Tienes que escribirme qué crees que opina la gente de ti, y cómo te ves a ti misma, ¿vale? Tómate el tiempo que necesites, y básate en tus creencias. No pongas lo que consideres que es correcto oír. Incluso aunque duela, o sea horrible... Ponlo en un papel.

—Sí, sí. Entendido...

Se levantó y arrastró la silla hacia atrás. Al apartarse, la acercó a la mesa, y se despidió con la mano de la mujer que había oído sus problemas y sus penurias durante esa larga y extensa hora.

Ninguno de sus padres podían recogerla ese día, así que, le tocaba volverse sola a casa. Para cualquiera, eso no suponía ningún problema... Pero ella no era cualquiera. Ella tenía sus problemas, y uno de ellos era, que no sabía defenderse de las críticas del resto de familias que odiaban a la suya. Ella prefería llamarles por colores. A fin de cuentas, los logos y las casas estaban pintadas de colores distintos entre sí para que fuesen totalmente diferenciados de la podredumbre.

Ese día, la hija pequeña de los rojos, que llevaba un perro en brazos, la fulminó con la mirada como si fuese a cortarle en pedacitos de carne para que su chucho se alimentase. El chico naranja estaba apartado en un rincón, fumando un porro más grande que su propia mano (o ella pensaba que era eso) con cara triste, pero al verla, su rostro se tornó sombrío... Así que, aligeró el paso. La joven verde, que paseaba con una bebé en brazos, fue la única que no la trató como una desigual... Aunque tampoco como una igual. Simplemente, pasó por su lado, sin saludarla y sin nada, y ninguna se inmutó. Eran indiferente la una para la otra. ¡Aunque todo cambió con el señor morado! Hace tiempo que leía sus libros, en secreto, claro, pero desde que descubrió que es un arrogante y un cabrón... Los quemó. Y pensaba eso porque, cuando pasó por su lado, la empujó con el hombro tan fuerte que casi la tira al suelo. No vio a ningún miembro de la familia blanca una vez llegó a su casa, aunque, era normal pues la mujer, era la alcaldesa del lugar. Y su marido también tenía alto cargo político.

Sacó las llaves de la puerta principal, y al entrar y cerrarla, cualquier jaleo proveniente del mundo exterior, dejó de escucharse. Era lo que tenía vivir en una casa insonorizada... Aunque por razones secretas.

Una de esas "razones secretas" ya estaba chillando como nunca.

Dejó la mochila junto al perchero, en el cual colgó su abrigo, y se dirigió al salón. Se sentó en el sofá junto a su hermano de once años, Luka, y observó lo que estaba haciendo.

—¿A quién están violando ahora? —preguntó Ninette, cogiendo un dedo índice de la cajita de su hermano.

—Al empresario número cuatro —respondió él, arrebatándole aquel dedo como si fuese su tesoro—. Papá cree que está a punto de cederle su empresa.

—¿Es su dedo?

—No. Es el del empresario número siete. Mamá lo ha matado hace unos minutos y me ha permitido quedármelo hasta que se pudra.

—Está un poco mal cortado —puntualizó, encogiéndose de hombros.

Su hermano asintió, conforme con sus palabras. Aunque al igual que a ella, parecía importarle bien poco ese dato.

—Da igual el medio por el que se consiguen las cosas, lo que importa es que lo consigas.

—Lo sé, Luka. De todas formas... Yo... No quiero ser parte de esto.

No era la persona adecuada a quien contárselo, pero, es que a ella tampoco podía. Su vida y la de su familia se iría al garete en cuestión de segundos.

—¿Uhm? El otro día no parecía que opinases así.

—¿A qué te refieres...? —le miró con los ojos como platos, sin entender.

—A nada, Ninette. A nada. Algún día, te darás cuenta de la verdad.

Fue entonces cuando decidió ignorar a su hermano pequeño. No era la primera vez que le soltaba algo así. No sabía cuándo estaba en broma, y cuándo no... Y es que, era tan superdotado, que daba miedo. Pero, sus padres también lo eran, si no, no serían capaces de burlar a la policía, a la prensa, y al resto del mundo. Sus hobbies eran bastante peculiares... E ilegales. Y aun así, eran los empresarios más ricos del lugar.

Lo que ella no sabía, es que su hermano tenía razón. Pero eso lo descubriría con el tiempo.

Muerte en vida. #PGP2019Where stories live. Discover now