VIII: Despedida y plan.

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17 de enero de 2019.

Amelie.

Ellie trabajaba para varias familias, así que, para no encontrarnos con las que nos caen mal, tuvimos que reservar un lado del cementerio a una hora específica para poder despedirnos de ella. Aparentemente, nadie aparte de nosotros había ido a verla aún, de todas maneras. Éramos los primeros. Y eso me hacía entristecer, porque, me hacía pensar que estaba sola en el mundo. Y nadie se merecía eso.

—¿Para cuándo contrataremos a otra sirvienta? —inquirió mi hermano, mientras daba brinquitos para que su hija no comenzase a llorar—. Hay que superar las pérdidas.

—Para cuando te dignes a tener un poco de respeto por los difuntos, y te dé la gana de contarnos de una vez por qué tienes heridas en la cara —respondió mi bisabuelo, seco.

Ambos eran los que peor carácter tenían de mi familia. Mi hermano siempre había sido un bruto (excepto conmigo, aunque eso no quitaba lo borde, y su hija), y yo tenía la creencia de que lo había heredado de mi bisabuelo. Ese hombre era un hueso duro de roer. Seguía vivo, y trabajando, aunque debería estar jubilado desde hace más de veinte años.

—No es el momento de discutir, ¿no creéis? —mi tío Jean, el ginecólogo, se interpuso en la disputa que estaba a punto de comenzar, aplacándola—. Abuelo, le dices a Antoine que tenga respeto por los muertos, pero tú estás a punto de iniciar una pelea. Sois tal para cual.

Y como era de esperarse, mi hermano, mi tío y mi bisabuelo comenzaron a pelear. Mi sobrina comenzó a llorar, así que, con delicadeza, se la robé a Antoine, ya que parecía que en cualquier momento iba a pegarse a puñetazo limpio con un señor de noventa años.

—Si te sirve de consuelo, yo sí que lamento su pérdida, al igual que tú. Me caía muy bien Ellie. Creo que era bastante eficaz —me dijo un chico castaño de ojos marrones, mucho más alto que yo.

—La echaré mucho de menos, Pierre.

—"Cuando seas médico, te acabarás acostumbrando a ver la muerte día sí y día también." O eso dice el bisabuelo.

—Supongo... Pero aun así, no significa que la de alguien importante no vaya a dolerme.

Aparte de que yo iba a ser dentista. Yo no iba a ser médico, como él.

—Piensa que ahora está con tu padre. Podrá decirle que quieres llamar a tu hijo Adrien. Hijo al que por cierto... Sabes que tarde o temprano, le haré la prueba de paternidad.

Mi primo, el hijo de mi tío Jean, era bastante directo la mayoría de las veces. Y aunque a mí me costaba disimular que ese tema me inquietaba y me daba miedo, por esa vez, no iba a pasar nada si se percataba de eso, pues... Podía pensar que estaba así por Ellie. Que en parte, era verdad.

—Ya. Pero aún quedan tres semanas para que dé a luz, si todo sale bien. De todas formas, no es el momento.

—Sí, lo sé. Perdona.

Ambos nos quedamos mirando la tumba de Ellie mientras el trío dinámico seguía discutiendo. Antoine no iba a revelar tan fácilmente por qué estaba herido, no entendía por qué seguían debatiendo sobre ello. Cuanto más le insistieran, más callado se callaría. Por eso, ni siquiera me molestaba en preguntarle. Si él quería confiar en mí como para decírmelo, que lo hiciera. Pero si no lo hacía, tampoco pasaba nada. Ser hermanos no implica contarse absolutamente todo. O así quería pensar yo.

Alcé a mi sobrina sobre mi cabeza y le hice una pedorreta en la barriga. Ella soltó una leve risita, por las cosquillas, antes de cogerla con normalidad. Me gustaba estar con ella e imaginarme que podría estar con mi futuro hijo así. Siendo feliz. Que sería fruto de un amor permitido, y no de uno prohibido, tal y como le pasó a ella. Pero... No.

Muerte en vida. #PGP2019Where stories live. Discover now