Capítulo 65. Mucha mierda.

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Su cabeza, al fin, se había quedado en silencio. 

Le dolían los ojos de no dormir. 

Miró el móvil. 

Nada. 

Lo que mereces




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- Vamos, chocho, que te invito a una caña como tú de grande. O sea, un botellín. 

- Gracias por el cumplido -puso una risa falsa que más parecía una mueca-, pero no me apetece. 

- ¿Me ves cara de que me importe? 


Rodó los ojos y bajó en el ascensor con ella. Su amiga quizá no fuera la mejor dando consejos o empatizando, pero se esforzaba como nadie en estar, y eso valía oro. 

No quería seguir dándole vueltas al tema. Pero resultó que el tema había decidido aparecer frente a su trabajo. 

Estupendo

Marta la miró con los ojos como huevos cocidos, le dio dos besos como si fuera a combatir en el frente, saludó a Natalia y se fue calle abajo, en dirección al metro. Alba suspiró y se acercó a esa persona de la que usted me habla. 


- Hola. 

- Hola. 

- ¿Puedo invitarte a cenar? -preguntó a media voz, casi sin mirarla. 

- No tengo mucha hambre, pero vale. 


Empezaron a caminar una al lado de la otra. La lejanía se les hacía extraña. La cercanía, imposible. Natalia la miró de reojo. Jo, qué guapa está


- Pensé que no ibas a querer cenar conmigo -se atrevió a decir. 

- ¿Por qué? -preguntó lacónicamente. 

- No sé -se estrujó los dedos-, como no me has contestado los mensajes y eso... -agachó la cabeza. No había que ser muy avispada para darse cuenta de que Natalia estaba terriblemente avergonzada. 

- Es que tengo la esperanza de que seas capaz de decirme algo que haga que se me quite esta sensación de mierda. 


Escuchó la saliva bajar por su garganta. Le señaló un restaurante y Alba asintió, dándolo por bueno. Se sentaron, pidieron sendos refrescos y, ahora sí, Alba se permitió deslizar su mirada por su cara. Tenía los ojos enrojecidos, unas ojeras como bolsas del Mercadona y los ojos claros. Casi trasparentes. Se le encogió el corazón cuando levantó su mirada hacia ella, intentando sonreír para parecer animada. Joder, Nat


- Sé que no merezco que estés aquí -se frotó la frente e hizo una pausa, cerrando los ojos. No entendía como era capaz de hilvanar dos palabras seguidas sin haber dormido, porque estaba segura de que esa cara había visto anochecer y amanecer sin descanso-. Pero soy egoísta, así que voy a aprovechar la oportunidad. 

- Natalia... 

- Por favor -elevó ambas manos hacia ella con voz lastimera-, déjame hablar. Luego puedes hacer lo que quieras, pero quiero explicártelo -Alba accedió. No podía verla así-. Lo primero, que lo siento mucho, porque sé que te hice daño y eso es algo que no puedo soportar -se frotó los ojos-. Lo segundo -ahora sí la miró-, que aunque creas que pienso todo lo que dije, no es así. 

La sala de los menesteresWhere stories live. Discover now