Capítulo 11: Las cosas mejoran (Parte 1)

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—¡Oye, abre la puerta! —gritó Tarik desde su habitación a la única persona que vivía con él, asumiendo que serían sus visitas quienes tocaran el timbre en lugar de enviar un mensaje como la gente normal. Al volver a oír aquel ruido, insistió en mayor volumen: —¡PAPÁ, LA PUERTA!

No tuvo respuesta. A regañadientes pausó la serie que estaba viendo y se asomó en todos los cuartos posibles. ¿Acaso su padre aún no volvía...? Eso era extraño, pero más fue abrir la puerta principal y encontrarse con Dexter, que lo abrazó de inmediato y comenzó a sollozar en su hombro. —Dex, ¿qué pasa?

—Mitch...

—¿Qué te hizo ese imbécil?

Dexter negó con la cabeza. —Nada, sólo... no va a pasar.

El tono de su amigo le hizo entender que estaba seguro de eso, también que no buscaba consejo, sino consuelo. Le recordó a sí mismo semanas atrás y no pudo más que abrazarlo con fuerza y acariciar su espalda. Sabía cómo se sentía, además porque era su mejor amigo en todo el mundo. Quería matar a Williams, aunque no supiera los detalles. Era primera vez que veía a Dexter así de afectado por algo.

Era difícil ver al chico así, como tener un chihuahua deprimido, y los siguientes días en la escuela resultaron complejos. Dex no quería que lo vieran mal, detestaba preocupar a los demás, pero tampoco estaba en condiciones de sonreír y fingir que estaba bien, así que a Tarik le tocó hacer de guardaespaldas y ayudarlo a esconderse en los recesos. Deseaba poder hacer algo más.

Lo único bueno era que todavía no se cruzaba con Mitch.

***

La historia con Mitch tomó otro rumbo. El chico energético e imparable llegó de su paseo a la playa directo a acostarse y llevaba tres días sin salir de allí, ni siquiera para ir a la escuela. Sus padres se debatían fuera de su habitación sobre cómo afrontar la situación, con su padre alegando que estaba tarde para el trabajo y su madre diciendo que hablaría con él.

No tenía idea cómo explicar que le faltaban motivos para levantarse, que se sentía vacío, que el cuerpo le pesaba y que se le hacía un nudo en la garganta cada vez que recordaba la despedida con Dexter. A ratos sólo lloraba sin poder parar. Ahora, miraba la pared con los ojos rojos y sin pensar en nada.

—Mitchell —llamó su madre, de pie al lado de su cama. —Es hora de ir a la escuela. A la ducha.

—No puedo.

Lo siguiente que oyó fue a la mujer revisando sus cajones de ropa. Se giró a verla, sin entender. —¿Qué buscas...?

—No sé, dime tú. ¿Qué te puede tener así de desganado y con los ojos tan rojos?

—Mamá... ¿En serio crees que me estoy drogando?

—Estoy segura.

Mitch se dio cuenta que nunca en su vida había estado tan enojado como en ese momento. Sus padres no lo conocían ni un poco, absolutamente nada, y ahí estaba él, sufriendo porque no quería arruinar su preciosa relación. Ni siquiera lo pensó cuando se sentó en la cama y enfrentó a su madre. —¡No estoy fumando marihuana, estoy triste y mal porque tuve que romper con un chico que amo porque ustedes lo consideran algo malo! ¡Me esfuerzo tanto por ser el puto hijo perfecto y la primera vez que fallo me acusan de una estupidez que nunca haría!

Al instante, Mitch sintió la mejilla arder por la bofetada que le dio su madre. Luego le soltó algún castigo que no pudo determinar, pero que lo tenía sin cuidado. Acababa de entender que no había forma de estar bien con ellos y consigo mismo a la vez.

Apareció al par de horas en la escuela, con la cara aún algo roja, pero mucho más determinado. Sólo... ojalá no fuera muy tarde para hablar con Dexter.

La banda: El inicioWhere stories live. Discover now