62| "El Hombre Araña Negro"

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            Al día siguiente, Gwen había citado a Peter para que hablaran en la cafetería que se encontraba a unas cuadras del Central Park

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            Al día siguiente, Gwen había citado a Peter para que hablaran en la cafetería que se encontraba a unas cuadras del Central Park. Peter solo había mandado un «Esta bien» lo cual era muy raro, ya que Peter siempre terminaba pidiendo explicaciones o mandando un testamento.

Pero Gwen ni se imaginaba con la clase de persona que se encontraría al llegar a la cafetería.

Gwen necesitaba explicárselo mejor a Peter y eso iba a hacer. Mientras ella caminaba bajo lluvia con su paraguas sobre su cabeza, una gorra de lana gris, sus botas negras largas y su gabardina morada hacia la cafetería, en las noticias pasaban reportes sobre la nueva figura que se paseó por Nueva York en la noche.

«¿El nuevo traje del Hombre Araña o una competencia?»

«¿El Hombre Araña Negro?»

«¿Qué significa éste nuevo traje?»

—Adiós —saludó Gwen a una mujer que le acababa de abrir la puerta para que saliera, ya que tenía ambas manos ocupadas.

—Gracias, adiós, señorita —agradeció la mujer, abriendo el paraguas y comenzando a caminar con un vaso de café en manos, su cartera y el paraguas.

Gwen sonrió y entró al local, no sin antes cerrar el paraguas. Miró el local, no había casi nadie, sólo una pareja a lo dejos charlando y cuatro personas pienso en la barra.

Caminó hacia una de las mesas desoladas, que estaba al lado del gran ventanal y se sentó en la silla, soltando un suspiro de pesadez, dejando su paraguas al lado y su bolso al lado de ella. Miró por el ventanal.

Era raro, Peter no era de llegar tarde. Observó su celular, el chico estaba llegando cuarenta minutos tarde.

Ése día estaba lluvioso, frío y una fuerte ventisca azotaba los árboles altos.

—Señorita, ¿desea algo? —preguntó una chica acercándose a la mesa de Gwen con una libreta en manos.

—Sí, amm... Un capuchino caliente, por favor —pidió la rubia, la chica anotó en su libreta, asintiendo.

—¿Algo más? —preguntó amablemente la morocha.

Gwen iba a negar, pero la voz de Peter se hizo presente, sorprendiendo a ambas.

—Tu número no estaría mal —dijo Peter, sonriendo con picardía en dirección a la morocha.

La chica se sonrojó, Gwen frunció su ceño desconcertada ante la acción de su novio.

¿Qué llevaba puesto? Jamás había visto a Peter usar el negro.

Peter llevaba una remera negra común, una chaqueta de cuero negra, unos jeans azules y unas zapatillas negras. Su pelo se encontraba peinado hacia atrás.

—No, nada más... —murmuró Gwen, sin cambiar su gesto y sin dejar de mirar a Peter, el chico seguía mirando a la camarera.

La chica asintió y pasó por un lado del castaño, sonrojándose ante su intensa mirada. Peter la observó descaradamente cuando se iba y no lo disimuló.

—Peter —lo llamó Gwen, confundida ante las acciones del chico.

Peter giró su cabeza y la miró, fingió sorpresa al verla allí.

—Oh, Gwen, no te había visto —dijo Peter, colocando sus manos en los bolsillos de su jean.

—¿De qué hablas? Si teníamos que vernos hoy aquí —habló Gwen confundida.

—Oh, ¿en serio? —preguntó fingiendo sorpresa—. No me acordaba —se encogió de hombros—, pero ya qué —dijo sentándose en la silla frente a ella, Gwen no dejó de fruncir su ceño.

—¿Qué, rayos, fue éso, Peter? —preguntó Gwen, apoyando sus manos en la mesa y dando una rápida mirada a la camarera que miraba en cortos momentos a Peter.

Peter arqueó una ceja y inclinándose en la silla, alzó las piezas hasta la mesa, para luego apoyarlas ahí, dejándolas caer fuertemente sobre la mesa y asustando a Gwen.
La rubia dejó de estar apoyada en la mesa, pegandose más al respaldo de la silla.

—Creí que habíamos terminado —dijo Peter desinteresado y mirando a todas las chicas que pasaban por al lado del ventanal y lo miraban soltando risitas coquetas.

—¿Cuándo acordamos éso? —preguntó Gwen confusa y con cierto enojo creciendo en su interior.

—Cuando decidiste que querías irte a Europa antes que quedarte aquí —habló Peter mirándola.

—Pero si eso no es todavía seguro, aún me falta un exámen —dijo Gwen mirándolo sin entender porqué el repentino cambio—. Además, éso no es una justificación, Peter. Podríamos hablar sobre ésto calmadamente y sin bromas.

Peter bajó los pies de la mesa y se inclinó hacia enfrente, para que ella lo escuchara bien.

—Yo no he dicho ninguna broma —dijo Peter seriamente. Observó atentamente el rostro de Gwen, viendo su reacción—. Pero estoy seguro de que encontrarás a alguien mejor que yo, así como yo lo haré —dijo encogiéndose de hombros y arqueando una ceja—. Seré extremadamente felíz al no verte —Gwen abrió los ojos sorprendida y dolida ante las palabras del chico, una camarera trajo dos vasos de agua, dejando sobre la mesa, para luego irse—, y tú, podrás estar con doscientos hombre si quier... —pero antes de que termine, Gwen le arrojó el agua a la cara, levantándose de su silla.

Peter creo los ojos sorprendido por la reacción de ella. La acción llamó la atención de las placas personas que habían allí.

—Vete a la mierda, Peter —soltó Gwen con enojo y tristeza, agarrando su bolso y su paraguas, para luego salir de allí.

Peter parpadeó varias veces, limpiándose con una servilleta el rostro. La primera camarera volvió con el vaso del capuchino en una bandeja, pero se llevó la sorpresa al no ver a la rubia y de ver al chico mojado.

Pero antes de que ella abriera la boca, Peter se levantó rápidamente de su asiento y salió del local rápidamente.

Se olvidó de su paraguas, quedando bajo el agua y observando a ambos lados para ver por dónde se había ido Gwen, pero la lluvia era tanta que nublaba la vista al instante.

No entendía nada. No entendía porqué había reaccionado así.

Arremangó su chaqueta, viendo el traje negro que llevaba puesto.

¿Qué, rayos, le pasaba?

¿Qué, rayos, le pasaba?

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✓ STACY, PETER PARKERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora