Capítulo 10. "Dulces sueños"

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Y con esa frase se abalanzó sobre mí.

La preocupación por como dormir esa noche se esfumó de mi mente tan rápido como los labios de Jace llegaron a los míos.

Su mano voló hacía mi nuca, acariciando mi piel con dulzura pero manteniendo la presión, susurrándome que no quería separarse de mí.

Su otra mano viajó a mi mejilla en el momento justo en el que el que su lengua entraba en mi boca, desconcentrándome. Gemí sin poderlo evitar. Su sabor era un manjar.

Con un ligero empujón caí de espaldas en el sofá y Jace, sin dejar de besarme intensamente, aprovecho para colocarse sobre mí. Mientras mi cuerpo parecía totalmente embriagado y atontado, el suyo estaba completamente tenso.

 Sus besos no dejaban lugar al aire, pero eso no importaba porque lo único que conseguía era que cada bocanada de aire que entraba en mi fuera mil veces más placentera que la anterior. Su aroma era lo mejor que había. Sus manos empezaron a vagar por mi cuerpo, seguras pero a la vez dudosas de que acariciar primero, ansiosas de tocarme por completo. A su mano derecha pareció gustarle la idea de meterse bajo mi camisa y acariciar mi torso por completo, una y otra vez. A su derecha le llamaron más mis piernas, y el cuerpo de Jace lo agradeció con un gemido. Yo aproveché para morder su labio aun con mis manos acariciando su nuca.

 El calor nos abrazó al momento haciendo que nuestras pieles se cubrieran con perlas de sudor. La necesidad de arrancársela ropa era ya insoportable.

-Jac..

Sus besos no me dejaban si quiera hablar, si pensaba que la anterior vez había sido intensa esta no se podía describir con palabras. Estaba ido, perdido en la pasión y a mí no me habría importado si no fuese porque no me quitaba la ropa.

Y madre, yo necesitaba que me quitase la ropa.

Mientras bajaba su boca para lamer mi cuello intenté articular palabra.

-La ropa...¡Jace!

Sorprendentemente reaccionó.

Arrancándome la ropa. Literalmente.

Me quedé boca abierta mientras él seguía lamiendo cada vez más abajo, sin preocupaciones.

Dichoso dios del sexo, mi almeja estaba más mojada que las del fondo del mar.

Pegué un gritito cuando mordió mi cadera juguetonamente.

-¡Bobo!- Conseguí decir con voz ronca mientras jugaba con su pelo

No contestó a mi "burla", simplemente respiró un beso sobre la piel que acababa de morder como disculpa.

Yo me derretí por dentro.

Con un movimiento rápido de su mano me encontré completamente desnuda de cintura para arriba.

Su manos fueron directas a mis pechos, pero no antes de haber desabrochado mi pantalón y haberlo hecho desaparecer. Tampoco antes de haberme dado un ligero azote en el culo.

Apretó un pezón y luego otro. Sus ojos estaban clavados en mi y sus aros verde primavera me hipnotizaron al segundo, me maravillaba pensar que yo era la culpable de la dilatación de sus pupilas, de su pelo despeinado y sus mejillas sonrojadas por el calor.  No podía pensar con claridad, mis sentidos estaban abrumados y en cuanto noté como respiraba sobre la única prenda de ropa interior que me cubría en ese momento, perdí el control.

Cogí su pelo y con un tirón que dejaba claro lo que quería, pero sin llegar a hacerle daño, me di a entender.

El rió roncamente sobre mis partes bajas, y todo fue a peor; un escalofrío recorrió todo mi cuerpo haciéndome temblar y no pude evitar que un gemido saliera de mis labios.

Jefe, quiero un hijo suyo ©Where stories live. Discover now