Capítulo VIII

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DÍA (A)NORMAL

          Creía que tener sueños extraños se estaba volviendo una costumbre. Ahora se encontraba en una especie de salón con pilares formando un círculo bastante grande, claro se vería mucho mejor si tuviera algún color, pero todo estaba ensombrecido, a escala de grises, como si su brillo hubiese sido absorbido por algún ente malvado.

          Sora estaba en el medio de ese peculiar salón, no sabía por qué, pero parecía donde bailaron la Bella y la Bestia. A sus espaldas escuchó el sonido de unas puertas abriéndose y, en efecto, cuando volteo había dos puertas gigantescas abiertas de par en par, por ellas entraba una sombra misteriosa que parecía llevar un vestido. Un paso, dos, luego otro y otro, se acercaba a él sin prisa. Sora se quedó plantado en donde estaba, hipnotizado por el caminar suave de aquella señorita, porque sí, mientras más se acercaba más se asemejaba a una chica, pero ¿A qué chica? ¿La conocía?

          En su cabello se dejaban ver pequeños destellos de rojo incandescente que, con cada paso, cambiaban lentamente a chispazos de un dorado singular.

—¿Podría este humilde caballero saber el nombre de tan hermosa señorita? —dijo Sora sin pensar, las palabras salieron al viento por sí solas, e hizo una elegante reverencia ante aquella majestuosa sombra.

—Ah, mi querido caballero, pero si ya sabéis mi nombre. Soy Ka%·&... Naminé, tu queridísima Reina, pero olvidaos de presentaciones, disfrutemos juntos de este baile. ·$%&

          Sora tomó su cálida mano, se puso en posición para iniciar el vals... uno, se ilumino el techo del salón con un millar de luces como estrellas... dos, los pilares y el suelo bajo sus pies tomó vida en fantásticos tonos dorados... y... tres... /&%(

—¡Sora despierta ya tenemos que irnos! —el grito de la Sra. Cross resonó en todo el cuarto de un adormilado castaño, quien se levantó de un tirón por tan repentino escándalo.

          Así comenzaría el día para el amnésico chico.

(...)

          Un nuevo día en la prisió...digo en la escuela comenzaba de manera maravillosa, con un cielo despejado sin nubes a la vista, el sol irradiaba felicidad por doquier, las flores regaban el lugar con dulces aromas, hasta Vanitas estaba de buenas (quien sabe por qué). Y aún con eso, Kairi desencajaba por completo con el escenario, llegaba de un horrible mal humor, a que no adivinan la razón, con cara de asesinar al primero que se le cruzara, excepto a Sora. Por otro lado, Naminé combinaba con el ambiente, luciendo más radiante que nunca, ostentando su uniforme por todo lo alto.

          El castaño repasaba sus clases del día de camino a la escuela, pues aún no memorizaba el horario; primero matemática, con examen de matrices incluido; segundo física, con agregado de debate sobre física clásica y moderna; tercero química, con exposición de hidrocarburos aromáticos; y por último la curiosa clase de música del profesor Demyx. Según Kairi, tomando en cuenta estudios sobre el cerebro y los tipos de inteligencias, la escuela había agregado clases artísticas opcionales a los estudiantes; música, dibujo, teatro, danza etc...

—Tocabas la guitarra y estabas aprendiendo a tocar el piano—dijo Shiroi mientras subían la colina en el auto para llegara a la escuela—, Naminé intentó enseñarte a dibujar, pero no fue muy productivo —comentó divertida, le parecía entretenido ver cómo su hijito podía realizar diagramas de estrellas con excelente detalle y al mismo tiempo no ser capaz de dibujar un conejito.

—¡Ma! No te rías, no es divertido... —refunfuño Sora haciendo pucheros, había visto sus pésimas tentativas de dibujo en un cuaderno escondido en su cuarto y se sentía acomplejado.

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