Capítulo II

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SHIROI CROSS

          La señora Shiroi Cross, madre de Sora Cross, dueña de la mejor pastelería de la ciudad, menuda, activa, muy simpática y muy afectiva con su único hijito. Llevó a Sora a su casa en auto, el chico se pasaba de un lado al otro en el asiento trasero observando con fascinación la ciudad. Al llegar a casa el amnésico chico quedó maravillado con el exterior del lugar: un bello jardín principal adornado con un millar de flores de distintos colores, con 2 grandes árboles en las esquinas, que daban paso a un camino de losas blancas que llevaban a la puerta de entrada de una casa de dos pisos. Shiroi le pidió a su hijo que esperara en la puerta mientras ella acomodaba un poco el lugar, él aceptó con una gran sonrisa y habría jurado que no pasaron más de 5 minutos cuando su madre abrió de nuevo la puerta y le dijo que pasara, al hacerlo quedó muy sorprendido al ver el interior de la casa; pisos de madera relucientes; lámparas, fotografías, pinturas, sillas, mesas, macetas con diversos tipos de flores y utensilios de cocina todo sin una mota de polvo.

—¿Qué te parece? —dijo la Sra. Cross cuando Sora terminó de recorrer el primer piso de la casa— ¿Te gusta?

—¡Es muy hermosa mamá! me gusta mucho —respondió él con mucha alegría y fue a abrazar a su madre.

—Gracias cariño me alegra que te guste —ella recibió el abrazo de su hijo y le acarició el cabello— ¿Qué opinas? ¿Recuerdas algo de la casa?

—No lo sé, pero siento como si ya hubiera estado aquí antes —los dos caminaron juntos hasta las escaleras, hechas de una madera oscura muy hermosa— ¿Qué hay en el segundo piso?

—Allí están las habitaciones ¿quieres ir a verlas? —Sora asintió con entusiasmo, subieron las escaleras y se detuvieron frente al pequeño pasillo que conectaba 3 puertas: dos cuartos y un baño— ¿recuerdas cuál de estas puertas conduce a tu cuarto? —Shiroi miró a su hijo y vio como él cruzaba sus brazos mientras pensaba en la respuesta. Un momento después, el chico se dirigió a la puerta más cercana a ellos y la abrió con vehemencia sólo para descubrir que esa puerta llevaba al baño. No se decepcionó de su error, por el contrario, soltó una pequeña risa al cerrar la puerta y fue a la siguiente convencido de que acertaría esta vez. Ella lo miraba amorosa y un poco divertida seguía siendo Sora a pesar de todo.

          Las dos puertas restantes eran prácticamente iguales: blancas con un relieve rectangular y con un picaporte plateado, pero una de ellas tenía colgado un pequeño cartel metálico con el símbolo de peligro radiactivo y calcomanías de estrellas, una luna y un sol. Sora podría haber perdido la memoria, pero no era estúpido. Puso su mano en la manilla y la giró, sin embargo, el timbre de la casa sonó anunciando que alguien estaba en la puerta de entrada. Madre e hijo se miraron y decidieron bajar a atender a las invitadas que acababan de llegar.

*************

          Las dos chicas, Kairi y Naminé, se encontraban en la sala principal de la casa, sentadas lo más separadas que pudieron en el sofá, mientras Shiroi y su hijo se sentaron frente a ellas en dos sillones individuales.

           Sora no pudo evitar enrojecer al ver con detalle a las dos jóvenes frente a él, probablemente eran de su misma edad, pero ambas destacaban por su belleza física: una con esos cabellos del color del Sol brillante que ilumina el otoño y la otra con su tono de rojo como una hermosa rosa en primavera, una con la piel blanca inmaculada tal como la nieve de invierno y otra con su piel tocada por los rayos del Sol en verano... Era un espectáculo maravilloso y el pobre Sora a duras penas lograba mantenerse sereno. Por otro lado, estaba su tranquila madre, con una mirada fija en aquellas dos muchachas.

—Bien, permítanme explicarles la situación —comenzó Shiroi dejando escapar un leve suspiro—. Le han diagnosticado amnesia retrógrada a Sora.

—Amnesia retro... ¿qué? —Naminé jamás escuchó aquel término en toda su vida—. Se lo que es la amnesia, pero ¿qué es eso de retrogada?

—Retrógrada —corrigió Kairi—: se trata de un tipo de amnesia que daña a los recuerdos anteriores a un suceso traumático o accidente que afecte la zona...

—Ya lo entendí, gracias —Naminé odiaba que se pusiera didáctica. A Sora, por otro lado, le hubiera gustado escuchar la explicación de Kairi completa, se la pediría después.

—Gracias igualmente por la explicación Kairi —prosiguió la madre del chico—. Ok, ahora bien, Sora consiguió por su cuenta recordar mi nombre y su cumpleaños, pero no ha logrado recordar nada más —el mencionado miró al suelo con desilusión, su progreso era mínimo. Su mama le acarició la mejilla y lo miró con una sonrisa que lo reconfortó y le dio ánimos—, el doctor dijo que lo trajera para ver si podía recordar alguna otra cosa.

          Las dos jovencitas estaban perplejas, sólo recordaba su propio nombre, el de su madre y su fecha de cumpleaños ¿cómo era posible? Ambas se miraron con una expresión de pura tristeza en sus caras y comenzaron a caer lágrimas de sus mejillas, su corazón se comprimió ¿Por qué tenía que suceder algo así? Él no había hecho nada malo no se merecía ese castigo tan horrible.

          Sora no pudo soportar ver esa imagen tan desgarradora: dos hermosas chicas...llorando por culpa suya, por no poder recordarlas.

—Por favor no lloren —él se acercó a ambas y las miró fijamente, arrodillándose en el suelo para estar a su altura—, esto no es su culpa. Se que lograré recordar cada momento que pasamos juntos, volveremos a ser los mejores amigos —les limpió las lágrimas a las dos, ninguna opuso resistencia, se sentían destrozadas pero ese acto suavizó aquel dolor y las hizo mostrar una sonrisa.

          Shiroi observó atentamente la escena compasiva, comprendiendo por lo que deben de estar pasando ambas chicas, dejó salir una sonrisa también. No obstante, tenía algo que conversar a solas con las dos chicas, el cual fue el motivo real por el que les pidió que fueran a su casa. Así que le pidió amablemente a su hijito que fuera a su habitación y, aunque no quería dejar a sus amigas, él aceptó sin objeciones, se despidió de las dos con un abrazo, que ambas desearon no terminara nunca, y subió las escaleras rumbo a su cuarto a descansar.

          Una vez que Sora quedó fuera de la escena, la seriedad que mostraba la Sra. Cross frente a las dos chicas era abrumadora y les inspiraba miedo, nunca habían visto aquella expresión en la amable y simpática mamá de Sora y es que, a pesar de rozar los 40 años aquella mujer aún poseía su encanto femenino, con sus cabellos de color chocolate, unos ojos idénticos a los de su hijo, una tez juvenil y una personalidad encantadora.

—Muy bien niñas, como pueden ver el estado de Sora es grave, pero eso no es de lo que deseo hablar ahora —Kairi y Naminé se miraron con una notable muestra de preocupación—. Por mucho que pregunté, en el hospital no supieron darme respuesta, así que les diré esto una sola vez y espero respondan con toda sinceridad —ambas chicas tragaron saliva al escuchar aquellas palabras— ¿Qué fue lo que pasó esa noche?

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