TLH: Lucie Herondale & Matthew Fairchild

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Matthew, recostado sobre su cama, estaba releyendo por sexta vez El Retrato de Dorian Gray, de su autor favorito Oscar Wilde. Dorian acababa de conocer a Lord Henry y se estaban haciendo amigos. Sintió una punzada de pena y alivio cuando Dorian dejó de visitar a Basil, a pesar de que sabía cómo acababa todo...

Leyó por horas y horas. Cuando iba a soltar el libro para ir a ver a James al Instituto, tocaron a la puerta. Oh, no, por favor que no sea ella, rezó.

Se incorporó en la cama y se levantó, dejando en la mesilla de noche el libro. Abrió la puerta y maldijo en su interior al Ángel en cinco idiomas demoníacos. No.

Su prometida estaba en su puerta. Lucía como siempre: gruesos tirabuzones rubios enmarcando su afilado y noble rostro, pómulos marcados, su cara llena de polvos y maquillaje, sus ojos verde esmeralda. No había cambiado un ápice desde la última vez que la había visto.

ー¿Qué quieres, Em? ーinquirió. Evitó mirarla a los ojos. No soportaba ver tanta frialdad en una mirada.

ーTe he dicho que no me llames así, ーle espetó.ー Mi nombre es Emily.

ーPerdón. ¿Qué quieres?

Se fijó en las perlas que cubrían su clavícula, como una cola de dragón enroscada y enterrada en ella. Decidió que se podría considerar obsceno y descortés y clavó la mirada en sus tirabuzones de oro. Desconectó cuando ella comenzó a comentarle los planes de boda. Se casaban en dos días. En dos días estaría casado con una chica que no amaba. En dos días su corazón sería solo un órgano más.

Cuando Emily al fin se fue, Matthew se permitió soltar el aire contenido en sus pulmones y dejó que sus manos se deslizaran por su rostro. Quería despejar la mente. No lo consiguió. Se puso sus botas y su abrigo y salió a la noche de Londres.

Caminaba despacio, con las manos resguardadas en los bolsillos de su abrigo favorito.

Sintió una gélida capa de hielo en la nuca cuando un desconocido encapuchado se paró frente a él, cuchillo en mano. Matthew apenas tuvo tiempo de interceptar el golpe en sus costillas cuando otra figura apareció saltando de un tejado cercano. Supo por sus movimientos y la forma de su cuerpo que era su parabatai. James Herondale.

No podía luchar, porque la sangre manaba a borbotones de la herida. Intentó sacar la estela a pesar del dolor justo cuando James se abalanzaba al extraño, espada en mano. Un destello de la espada le dio a entender que se trataba de Cortana. ¿Cortana? ¿Qué hacía James con Cortana?

Hizo una mueca y la estela se cayó al suelo. Mierda. Obligó a sus músculos a que le permitiesen sentarse en el suelo. Lo logró y tomó la estela entre sus dedos. Dibujó un iratze con los ojos cerrados sobre la herida, esperando aliviado a que sanase y se cerrase. No sucedió y abrió los ojos, asustado. Dibujó otro iratze y se fijó en hacerlo bien. Tan pronto terminaba de dibujarlo, se desvanecía. No, no, no. Miró a James, que ahora se estaba tocando ese sitio. James estaba sintiendo el dolor de Matthew. Estaba debilitándolo en plena batalla. Cogió unas dagas de su cinturón y se concentró en apuntar bien. Cuando tuvo el punto perfecto dirigió una mirada a su parabatai, que también lo estaba mirando.

El encapuchado cayó al suelo en el instante en que las dos dagas se clavaron en su cuerpo.

Matthew no pudo levantarse. James se aseguró de que el desconocido estuviera muerto y corrió hacia su parabatai. Tomó su estela y comenzó a hacerle iratzes. Todos se desvanecían.

ーMatthew. Matthew, necesitamos la ayuda de los Hermanos Silenciosos. Te llevaré de inmediato al Instituto, ーsentenció James.

El chico rubio asintió, sus ojos ya cerrados. ¿Así voy a morir, sin decirle a mis padres cuánto lo siento, sin decirles cuánto los quiero?

Lucie se quedó toda la noche al lado de Matthew. Los Hermanos Silenciosos ya habían anunciado que estaría bien, que no había por qué preocuparse. Pero Lucie lo hacía de todos modos. ¿Y si, por alguna razón, hacen una evaluación errónea? ¿Y si Matthew muere?, se preguntó toda la noche. Pero aún vivía. Aún respiraba.

Al día siguiente, Matthew Fairchild abrió los ojos. Miró a su alrededor y lo primero que vio fue a Lucie Herondale.

Matthew sonrió y sus dedos se entrelazaron con los de Lucie. Sabía que estaba mal, teniendo en cuenta que él iba a casarse al día siguiente. Pero no podía evitar amar a Lucie, no podía evitar sentir que su corazón y su alma le pertenecían. Para él, Lucie era el pétalo que le completaba. Matthew era una rosa a la que le faltaba un pétalo. Y... ahora lo había encontrado. Su Lucie. 

TSC | One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora