TLH: James Herondale & Cordelia Carstairs [pt. 1]

300 14 0
                                    

Esa noche Cordelia llevaba puesto un delicado vestido plateado que contrastaba con el tono oliváceo de su piel y el color oscuro de su cabello. Era, indudablemente uno de sus favoritos. Esta vez no llevaba corsé, gracias a su firme oposición a ponérselo, lo que hizo que su madre dejara de insistir. Por lo que sabía, las chicas de su edad ya no los llevaban, estaban dejando de usarse. Y ella se alegró de ello. Era un verdadero estorbo. Cuando su madre la obligaba a ponérselo, sentía que no podía respirar. Ahora se alegraba de no llevarlo puesto.

—Daisy.

Cordelia tembló, y sus dedos comenzaron a jugar con el vestido.

—Me tengo que ir, —anunció justo antes de salir por la puerta de la sala de baile sin mirar a James a la cara. Soy una cobarde, se dijo para sí misma, una cobarde.

No obstante, no llegó a salir del Instituto. Se quedó afuera de la puerta, pero no avanzó. Se quedó mirando la noche estrellada y se obligó a calmarse.

—Cordelia Carstairs Turan, cálmate, —dijo en voz alta. No funcionó porque cuando una voz habló tras su espalda, se le erizó el vello de la nuca y su corazón comenzó a tamborilear con una velocidad vertiginosa.

Se dio la vuelta para enfrentar a James Herondale, que vestía un traje exquisito de color negro y matices blancos y plateados. Estaba muy guapo, lo que no ayudó a los nervios de Cordelia. James le dedicaba una sonrisa tan ingenua e inocente que su corazón se rompió. Sus ojos dorados se veían aún más impresionantes de noche.

—¿Todo bien? —preguntó el chico.

Cordelia quería decirle que no, que no lo estaba, que no podía dejar de pensar en lo que Tatiana Blackthorn le había dicho. Quería decirle que se alejara, que se alejara de ella, que ella no lo merecía. Eso le había dicho, entre otras cosas, la dueña de la casa Blackthorn, que una vez había sido la casa Lightwood.

Sabía que Tatiana no se destacaba por decir la verdad, pero aun así no podía evitar dudar. Tal vez... solo tal vez James y Lucie estarían mejor sin ella. Tal vez había sido un error que Lucie le hubiese pedido ser su parabatai. Tal vez los delitos de su padre... —los cuales no se habían esclarecido— podían dañar a la familia Herondale. Tal vez podían dañar al Señor Herondale, William Herondale, y a su esposa, Tessa Gray.

Sabía que los Herondale la amaban. Pero... a veces pensaba que si no fuera una Carstairs...

—¿Cordelia?

James ya no estaba sonriendo y sus ojos ya no resplandecían, brillaban de preocupación.

—¿Qué pasa? —Se había abstraído tanto en sus pensamientos que se olvidó que el chico que amaba se encontraba justo delante de ella, preguntándole no sabía el qué.

—¿Estás bien?

—No es nada, —dijo Cordelia simplemente. James la miró más intensamente, sus ojos gritaban: No te creo. Suspiró y habló de nuevo: — No me gusta este vestido, —no era una mentira—, es... lo odio. Preferiría ponerme unos pantalones.

—¿Por qué no los has traído? —su tono de voz era tan inocente que su cuerpo volvió a temblar. No existía una gota de malicia en su voz.

—Mi... —comenzó, —. Mi madre.

James entreabrió sus labios.

—No debería prohibírtelos. Deberías vestir lo que quieras.

—Ella dice que los pantalones son de hombre. No me deja ponerme otra cosa que no sean vestidos.

—Eso no debería ser así, —dijo James.

—Lo sé, —fue lo único que pudo decir.

Se quedaron en silencio lo que pareció una eternidad.

—¿Tu madre está ahí dentro? —dudó él. Ella asintió, sin saber a qué venía eso.— ¿Quieres que desatemos la ira de Sona Carstairs? —ahora estaba sonriendo, la típica pícara sonrisa Herondale.

Supo a qué se refería y sonrió de vuelta.

—Vamos, —dijo.

Su madre se escandalizaría si supiera que estaba en una habitación con un chico a solas. Se escandalizaría más si supiera que estaba en la habitación del chico. Apartó a su madre de sus pensamientos.

James estaba ahora en su armario, sacando varios pantalones oscuros. La tenue luz que alumbraba la habitación titiló.

—James, —lo llamó. No contestó.—James.

Entonces él salió del armario, su cabello oscuro alborotado y la miró. Ella señaló la luz.

—Se va a apagar.

—No, tranquila. No va a pasar n...

Justo en ese momento, la luz se apagó y la habitación quedó completamente a oscuras.

—Daisy.

—Sigo aquí.

—Daisy, creo que se ha ido la luz en todo el instituto.

—¿Qué?

No, su madre iba a empezar a buscarla y se daría cuenta que no estaba en el salón de baile.

—Ha sido una mala idea. Ha sido una muy mala idea, —sentenció. Ahora no estaba temblando, como solía hacer. Estaba más bien enfadada consigo misma. Quería abofetearse.

—Lo siento. —Su disculpa era real, ella lo sabía, pero no tenía por qué disculparse. Si ella no hubiera venido...

—No es tu culpa, James.

—Lo es. Yo... —se detuvo cuando escuchó pasos en la escalera.

—¡James! —Era Lucie.— ¿Estás en tu habitación? —ahora sus pasos sonaban más lentos. Estaba en el pasillo. Podía ver a su parabatai tocar cada puerta hasta que diera con la textura exacta de la de su hermano.

La puerta se abrió.

—¿James?

—Estoy aquí.

—Se ha ido la luz y no sabía dónde estabas. Les dije a mamá y a papá qué tal vez te habías aburrido y te habías subido a la habitación a leer... —podía sentir que Lucie sonreía—. Estaba en lo cierto... —se paró.— ¿Cordelia? ¿Estás aquí?

Cordelia se tensó. ¿Cómo...?

—Te reconozco por tu colonia. No voy a decir nada.

—No es lo que parece, —habló Cordelia.

TSC | One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora