5. La Decisión

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El que diga que su primer impulso al llegar a esta otra Tierra no fue volver a casa te estará mintiendo en la cara. Recuerdo haber ido ese día y no poder resistir el deseo de cruzar la puerta, estuve detenido un buen momento con mi dedo a poca distancia del timbre mientras me debatía si estaría bien, además del problema que podría provocar que la puerta la abriera mi otro yo.

Fue entonces que sentí una voz que me hizo girar. Tenía el cabello liso, pero aun así la reconocería en cualquier dimensión. Dejó caer las bolsas de compra y corrió a abrazarme con fuerza, la rodeé con los mis brazos mientras apoyaba su cabeza en mi pecho en un mar interminable de lágrimas.

- ¿Cuándo despertaste? Yo... Pensé que me llamarían de la clínica para ir a buscarte. Si quieres yo puedo ir a reclamar que te enviaran a casa en ese estado. Yo... – no podía soltarla

Negué con la cabeza, le limpié las lágrimas mientras le decía que estaba bien, que ya había vuelto a casa. Fui por las bolsas mientras ella sacaba las llaves y comenzaba a buscar la que abría la reja sin dejar de notarse su nerviosismo. Una vez en la casa noté que muchas cosas seguían en su lugar, los cuadros que habíamos comprado al mudarnos y las viejas reliquias de familias que habían servido como muebles en nuestro nuevo hogar. Ella sonreía con dulzura mientras intentaba ordenar rápidamente la ropa lavada encima del sofá para que no notara que era desordenada.

Fue entonces que me fue imposible evitar acercarme a una foto familiar, la tomé entre mis manos y al parecer ella adivinó lo que quería preguntar pues se apresuró a indiciarme que hace algunos años había muerto, al preguntar cómo ocurrió negó suavemente con la cabeza mientras veía sus ojos entristecidos. Me acerqué y limpié sus lágrimas, la abracé fuerte sin poder evitar pensar en mi hija en la otra dimensión, sin poder separar los aromas de ambas, ni olvidar aquellos días que masajeaba sus cabellos rizados. Creo que los últimos años para ella habían sido más complicados de lo que me hubiera gustado, pero estaba viva y eso era mucho más de lo que hubiera podido decir de mi propia hija.

Durante aquella tarde noche nos dedicamos a reestablecer el lazo, y me fue bastante útil para aprender acerca de mi otro yo. Así me enteré que mi versión de este mundo se encontraba en coma desde hace más de quince años, recordaba bien ese día y me sorprendió comprender que dentro de esas pequeñas decisiones que pueden cambiarlo todo yo había tomado la única decisión que me habría llevado hasta aquí. Ella tenía 7 años, afuera llovía con fuerza, había recibido una llamada de mi jefe que convocaba a una reunión de emergencia motivo por el cual habría dejado todo botado y partido a toda velocidad hasta las oficinas de la empresa. Pero estaba jugando con ella, me preguntó preocupada que ocurría y le dije "nada mi amor", recibí su tasa de té falsa y me senté en una de esas sillas pequeñas para terminar de tomarlo, luego con una sonrisa le dije que ya debería dormir y no protestó, se acostó solita y me recordó que debería leerle nuestro libro. Sonreí y tras leer un par de páginas se quedó dormida. Besé su frente y salí de casa hacia la empresa... En esta realidad le dije que volvería y aceleré para llegar, en mi apuro se me cruzó un camión, el accidente hubiera sido capaz de matarme, pero en su lugar quedé en coma. Tomé sus manos y le dije que no recordaba nada del accidente, pero que me alegraba poder cumplir con que volvería. Después desocupamos una de las camas, cambiamos las sábanas y nos fuimos a dormir.

Al día siguiente al despertar me dirigí a la cocina como cada mañana hacía en mi mundo, una nota decía que había tenido que partir a trabajar pero que volvería a las cinco, además de un juego de llaves por si quería salir. Me dediqué a ordenar después de desayunar, desempolvar una a una las cosas mientras iban abriendo puertas que no podía cerrar al recuerdo. Aquellos viajes por Sudamérica, los recuerdos traídos por mis suegros de sus viajes por el mundo y otro puñado de objetos que debían ser de mi hija o quizás de los viajes que nunca hice. Al medio día oí el teléfono de casa sonar, aquella maldita máquina que solo había sonado en mi casa para informar acerca de la muerte de alguien no pudo si no hacerme sentir un escalofrío. Tomé el teléfono con cierto temor y la voz de un muchacho me saludó diciendo que llamaba de la clínica, que llamaba para avisar que después de quince años al fin había despertado. En ese momento sentí mis piernas temblar y mi cuerpo querer venirse abajo. ¿Por qué justo ahora? Tenía la oportunidad de recuperar lo que había perdido, pero todo se vendría abajo... La voz del muchacho preguntaba si estaba bien, si acaso me había pasado algo y yo respondí que estaba bien. Qué iría para allá.

TransdimensiónWhere stories live. Discover now