- A veces me da miedo.
- Todo lo bueno conlleva un peligro, pero es un riesgo que merece la pena correr. Ya estoy mirando vestidos de boda.
- Si rompemos no sé yo quién lo va a pasar peor, si tú o yo.
- Eso no va a pasar. Yo me voy a quedar aquí, tranquilita, relajada, esperando mi invitación. Yo te aconsejo una boda de día, la resaca se pasa mejor -lo decía tan en serio que no le quedó más remedio que reír-. Ahí viene la novia, chan chan cha chaaaaaan.
- Cállate -susurró dándole un codazo.
Se quedaron mirando la imponente figura de Natalia, que avanzaba hacia ellas. Las miraba con una mueca de desconcierto y una sonrisa divertida. Qué las pasa.
- Buenos días -dijo con el ceño fruncido.
- Buenos días -contestaron las dos pavas a la vez.
- ¿Todo bien por aquí? -rió por la nariz.
- Todo perfecto. Aunque muy triste, Lacunza. ¿Sabes que al principio te llamaba Natalia Penumbras? -dijo Marta con nostalgia.
- No merezco -soltó una risotada.
- Al principio sí, hija, estabas siempre más seria que una estaca.
- Pero ya no, ¿a que no? -dijo con voz infantil.
- Ahora eres Natalia Jolgorio -y las tres rieron.
- Toma, Martuka, te he traído esto -sacó de su bolsa un sobre y se lo tendió-. Es una tontería, pero quería agradecerte lo maja que siempre has sido conmigo, sobre todo cuando era Natalia Penumbras -sonrió, azorada-. Me lo has puesto muy fácil y... bueno... era importante para mí llegar a un sitio que me ponía nerviosa y encontrarme siempre con tu simpatía. Gracias -se miró los pies y Alba pensó que no era posible quererla más.
- Te voy a comer los morros -se secó las lágrimas de las comisuras de los ojos antes de que cayeran-. Joder, yo no te he traído nada.
- No hace falta, tonta.
- Sí hace, soy un desastre -se tapó la cara con las manos-. Joe, yo te quiero agradecer lo amable que has sido siempre pa ser una estrella. También me lo has puesto fácil a mí, que yo me ponía de los nervios cuando venías.
- No llores Marta, por favor, que voy a llorar yo también -le temblaban los labios a la morena, que se metió en la recepción y le dio un abrazo de esos que curan hasta la gripe. Le cogió la cara con las manos y le dio un pico, haciendo que el grifo de lágrimas de Marta se cortara de golpe.
- ¡Pero que me ha dao un beso Natalia Lacunza!
- Ese es tu regalo para mí -le guiñó el ojo y se separó de ella.
- Cómo estamos hoy, madre mía -rió Alba, que miraba todo con un gesto triste en la cara.
- Si nos vamos a seguir viendo, Martuka, los miércoles de Malasaña no se negocian.
- Te apuntaré en mi lista del rencor si te olvidas de mí, que lo sepas. Filtraré a la prensa que eres tonta del culo, avisada estás.
Natalia cabeceó y miró a su rubia con media sonrisa. Tenía la garganta apretadita, ya daba por sentado que no se iría de allí sin llorar. Se acercó a su cuadro favorito e hizo como que también le daba un abrazo. Dos cuadros había allí, dos.
- Gracias a ti también -y le dio un beso al marco. Notó la mano de la fisio en su hombro y se giró. Allí estaba, con su uniforme y su sonrisa de postal, por última vez. Sacó el labio inferior y parpadeó muy rápido para absorber las lágrimas.
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La sala de los menesteres
FanfictionAlba Reche es propietaria de una prestigiosa clínica de fisioterapia en Madrid. Natalia Lacunza es una famosa cantante. La primera es pura luz, en el más amplio sentido de la palabra. La pena y la tristeza alimentan el alma de la segunda, sacando...
Capítulo 52. Trascendente.
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