Capítulo 48. Mojaita.

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- Vamos, que vas preparada hasta para ir a la nieve. 

- Llevo una chaqueta... -la miró con ojos inocentes. 

- Alba, estamos literalmente a cuarenta grados. 

- ¡A LO MEJOR REFRESCA EN BARCELONA POR LAS NOCHES! 


Fuera la esperaba Natalia con una sonrisa que brillaba más que la suya, cosa nada fácil tratándose Alba del mismísimo sol, pero había que reconocer que la cantante estaba escupiendo corazones y brillitos por los ojos. Se la quería comer. 


- Hola, cuñi -saludó Marina. A una me la como y a la otra la mato, plan sin fisuras

- Hola, Marina -sonrió aún más antes de darle dos besos y un abrazo. ¿Un abrazo? Qué la pasa

- Cuídame a la niña como si fuera tu bien más preciado -advirtió levantando un dedo amenazador. 

- Lo es, así que no te preocupes -BOOM. La mandíbula de Alba Reche sonó contra el asfalto. 

- Así me gusta -relajó el gesto y le devolvió la sonrisa-. Pasadlo bien, ¡y usad protección! 

- Jajajajajajaja eres la mejor. 

- ¿Has oído, Alba? Natalia Lacunza me ha dicho que soy la mejor. 

- No me está gustando esta coalición que se ha creado en un momento -dio un rápido beso en la comisura de Natalia-. ¿Vamos? 

- Vamos -le cogió la maleta y la metió en el taxi que las esperaba. 


Se despidieron de la joven Reche y emprendieron el camino hasta Atocha. 


- No sabía que íbamos a transportar un cadáver. 

- ¿Qué dices, Nat? 

- Lo digo por lo que pesa tu maleta -se carcajeó y le cogió la mano. 

- Es que no sabía... 

- La verdad es que habría cabido todo en una. 

- Eso sí que es de novias -Alba soltó una risa nasal. 

- Pero no somos novias -espetó. Uy, qué feo ese tono, pensó la rubia. 

- No, no lo somos, por eso te quedas sin morreo, no vaya a ser que nos vean -le devolvió. 

- Ni viyi i sir qui nis viin -se acercó a su boca y la besó- Espero que el taxista nos guarde el secreto. 


Y le guiñó un ojo. Maldita y sensual Lacunza

El viaje pasó rápido, pues cuando terminaron de comer apenas quedaba una hora y media de trayecto que pasaron escuchando música en el móvil de la morena. Compartieron auriculares e hicieron manitas hasta llegar al destino. 

El bochorno era inaguantable. Una chaquetita por si refresca, me mato

Se introdujeron en un taxi que las llevó al apartamento de Natalia, en pleno centro de Barcelona. Era amplio, de aspecto regio, con techos altos, paredes blancas y puertas de madera. Su parte favorita fue una galería acristalada que daba a la calle. Allí tenía Natalia una mecedora y una mesita, así que imaginó que era su zona de escribir, como la terraza de Madrid. Apenas estaba decorada, lo que le daba aún más aspecto de vivienda vacacional, a pesar de que le gustaba mucho visitarla cuando juntaba algunos días. Un comedor gigante con una tele, un mueble sencillo, un piano y el sofá más grande que había visto nunca, la cocina de madera antigua, el dormitorio con una cama y una mesita y una habitación con un teclado, varias guitarras y una estantería llena de libros y películas. 

La sala de los menesteresWhere stories live. Discover now