Y finalmente llegó a la carretera. Sin saber si seguir huyendo y alejarse de aquel soldado que lo cuidó todo ese tiempo. Hasta que una moto pasó frente a él.

–Sube —era Leyna y Peter obedeció de inmediato, abrazando su espalda fuertemente—. Vi a los agentes de lejos, ¿y James?

–M-Me dijo que nos separáramos —respondió con miedo y sintiendo el fuerte viento sobre él.

Leyna no pudo contestar a eso, pues autos de agentes empezaron a perseguirlos también.

–Sostente —exclamó.

Ella no sabía si confiar en ellos, y prefería volver a esconderse que pensar que Peter estuviera en peligro o encerrado. Esos últimos meses habían sido hermosos, y quería que siguieran así. Evitar cualquier contacto con agencias, evitar cualquier encierro... Sólo quería protegerlo.

Y lo hizo.

Un auto la interceptó y tuvo que intentar frenar, pero eso causó que un auto civil se desviara y chocara de costado con la moto.

Peter sólo sintió los brazos de aquella mujer, que lo crió en sus nuevos años de consciencia, rodear fuertemente su cuerpo con ellos mientras la gravedad parecía no existir por un instante, para luego escuchar llantas derrapando y demás vidrios rotos.

Sintió el golpe contra el suelo amortiguado por el cuerpo ajeno, rodaron por el suelo y luego hubo un silencio infernal. Los brazos dejaron de estar tan firmes, pero aún así sostenían un poco su gran abrigo.

–¿Leyna... ? —susurró ignorando todo lo demás y buscó el rostro ajeno mientras se separaba un poco—. ¿L-Leyna? —preguntó un poco más fuerte sentándose con un poco de dolor en el pavimento.

Y vio con horror la figura que estaba en el suelo.

Leyna tenía una gran herida en su cabeza, sangre salía de sus labios y nariz. Seguía consciente, pues movía los ojos y un poco el resto del cuerpo.

–L-Leyna... Tenemos... T-Tenemos que irnos, Leyna... —exclamó el chico. Sus sentidos estaban a punto de explotar de la peor forma. Todo su ser le decía que era el fin para aquella chica, pero se negaba rotundamente—. Leyna... Leyna levántate... Levántate por-por favor.

Ella llevó una mano a la mejilla ajena, con temblor y dolor la acarició. Peter tomó su mano, sintiendo una muy baja temperatura.

–Lo siento... Petey... —susurró suavemente con una pequeña sonrisa triste, para luego dar su último suspiro y que sus ojos quedaran fijos en un sólo lugar. Perdieron todo el brillo de vida que la caracterizaba.

–Leyna... —exclamó Peter muy bajo, tocando su hombro y moviendo el cuerpo un poco—. Por favor...

–Pon tus manos donde las vea.

Los agentes sabían que ese chico no debía ser normal, les había llegado el comunicado de que ayudó al supuesto terrorista a escapar, así que tuvieron que ignorar por órdenes el hecho de que fuera menor de edad.

Peter no respondió. Se concentró en el rostro de la mujer y le acarició el cabello mientras lloraba.

La abrazó fuertemente, intentando escuchar algún latido, pero no había nada.

No verá más esa agradable sonrisa.

Koffer.

No más chocolate caliente con ella en las noches.

Prüfung.

No más jalea de postre.

Frage.

No más jugar con origammis con ella.

Kissen.

Sólo odio.

Era todo lo que sentía junto a

Desapareció se la vista de todos en cuestión de segundos y se arrimó a las paredes y techos mientras maniobraba hábilmente sus telarañas contra sus atacantes.

No habría perdón alguno.

Rompía huesos, narices, cuellos, vértebras.

Estampaba unos contra otros.

Lograba que se dispararan entre ellos al desviar sus armas con sus telarañas.

Se necesitaron dos paralizantes electrificados para pararlo de asesinar cuanta persona se pusiera en frente.

Su cuerpo calló, tembloroso por las descargas sus ojos vagaron hacia los del cuerpo de Leyna. Vio cómo los agentes la tomaban antes de él ser tomado cuando estaba a segundos de perder la consciencia.

Abrió los ojos y sólo se encontró dentro de cuatro paredes. Una celda.

Sus manos estaban agarradas por un chaleco, el cual lo rompió frente a la desesperación al igual que las cadenas. Pero en vez de intentar escapar, se encogió en una esquina y abrazó su propio cuerpo.

–Leyna... Soldat... —susurró empezando a llorar.

Perdió la noción del tiempo hasta que se encontró sentado en la camilla luego de, inútilmente, intentar dormir.

Escuchó unas voces a lo lejos.

–¿Se ha movido?

No, sigue quieto.

–¿Ha respondido algo?

–Sigue callado.

Ni siquiera recordaba que le hubieran preguntado algo. Observó la cámara con sus ojos rojos por las lágrimas.

Iré a hablar con él.

Escuchó unos pasos que se detuvieron a unos metros. Agachó la cabeza esperando algún grito o regaño. Pero no ocurrió.

–Nadie te hará daño, chico —era la voz de un hombre que no reconocía—. ¿Sabes cuál es tú nombre? —silencio—. Niño, no puedo ayudarte si no me ayudas.

–Peter... —exhaló.

–¿Sabes tú apellido?

Guardó silencio y miró el vidrio polarizado.

–¿Dónde está Leyna?

–Disculpa, ¿quién?

–Leyna. Castaña, ojos azules, cicatriz —la voz se calló—. Está muerta, ¿no es así?

–Sí... Lo siento mucho, chico.

–¿Qué hay de Soldat?

–¿Soldat?

–Brazo de metal.

–Él está bien, está a salvo, no te preocupes por es-

–Él no hizo nada malo, ¿por qué lo quieren encerrar?

–Peter... Eso lo debe decidir la justicia.

–¿Qué es... Justicia?

–Es cuando algo es justo, cuando alguien recibe el castigo que merece o es perdonado —escuchó un suspiro—. ¿Sabes cuál es tú apellido?

–Hace mucho que no sé nada... —Peter agachó la cabeza.

–¿Quieres saber? —eso logró que el menor mirara de nuevo el vidrio, sabiendo que miraba directamente a aquel hombre—. Eres Peter Benjamin Parker.

–¿Cómo... Cómo lo sabes?

–Eras un niño perdido... Alguien me pidió ayuda para encontrarte —sintió un tono muy amistoso—. Estoy aquí para ayudarte, Peter. Lo prometo.

ᏞᎾsᏆ ᏟhᎥᏞᎠWhere stories live. Discover now