|CAPITULO 4|

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Aquella mañana ella despertó por el sonido de voces subiendo por las escaleras y a sabiendas de a donde se dirigían se enrollo por completo en sus sabanas.

— Maya, tienes visitas — anunció su madre cuando abrió la puerta de su habitación — Es tu compañera Triniti, ha venido a traerte unos apuntes. Muy amable de tu parte, por cierto.

— No ha sido nada, señora.

Tal como lo esperaba Joan su hija ni siquiera echo un vistazo. Nada. Ya habían pasado dos semanas y, si bien, ella no tenía una idea certera de cómo se manejaban casos como aquellos, si sabia que su hija estaba llevando todo a niveles más allá de los normales. El instituto había dado dos días de luto, pero ella no asistía desde lo ocurrido. Desde hacia dos semanas no salia para nada de su casa; inclusive era extraño verla fuera de su habitación. Los señores Márquez habían tenido que posponer dos veces su viaje rutinal a supervisar sus negocios en la ciudad para estar con ella. Querían que volviese a ser la Maya de siempre, querían ver que sonriese, pero sentían que la situación los superaba.

— Señora Joan, ¿podría dejarme un momento a solas con ella?

Dudó, pero no vio razón para decir no y pronto Maya escuchaba los altos tacones de su madre alejarse.

— Aprecio el gesto, Triniti, pero no era necesario. Judith y Camille vienen cada tarde a dejarme sus apuntes.

La morena lo supuso por la gran torre de hojas en el escritorio. Era lo único que parecía recibir algo de atención en aquella habitación desde hacia tiempo.

— No he venido por eso — Maya sintió un manotazo en el pie — ¡Vamos! Arriba, Maya, en algún momento debes volver al mundo.

La rubia le quiso decir que se jodiera, pero eso requería tanto esfuerzo.

— Maya, levantate si no quieres que lo haga a mi modo.

¿Qué tanto podía hacerle? Pronto lo descubrió cuando su cuerpo impacto contra el frío suelo.

— Ya, Maya. Hay mucho qué hacer, empezando por que tomes un baño, hueles realmente mal.

— Me bañe en la madrugada.

— ¿Qué huele a podrido entonces?

Contesto su propia pregunta al asomarse bajo la cama y encontrar un plato casi intacto de pasta verde. Reprimió una arcada y lo alejo lo más rápido posible de si misma.

— ¿Cómo puedes soportar esa hediondes? ¿Te das cuenta de lo asqueroso que es?

Maya quiso volverse a arropar la cabeza, que había quedado al descubierto al caer.

— ¡No! — le arrebato por completo la cobija y esta no pudo más que quejarse — Piensa, Maya, ¿qué estás haciendo? Quedarte aquí, encerrada en tu mundo, no cambiara nada.

— Limpiar mi habitación tampoco lo hará — su voz había salido tan ronca, tan frágil.

— No, nada, en realidad.

— Lo sé.

La chica Williams inspiro profundo, casi tomando valor, antes de colocarse a la altura de los ojos de Maya.

— No — casi se arrepentía de lo que diría, pero era necesario — No hay nada que se pueda hacer para traerla de vuelta, Maya.

Y no sabía porqué, pero en ese segundo Maya quiso volver a llorar.

— Ponte de pie de una buena vez — y ella misma hizo lo mentado —, y ayudame a limpiar este chiquero o terminare haciéndolo yo sola.

Maya no quería ni siquiera moverse para volver a la cama, pero sabía que Triniti siempre cumplía con su palabra y si lo hacia se sentiría muy culpable por haber permitido que alguien más hiciera algo que era su responsabilidad.

Girasoles para AmeliaWhere stories live. Discover now