|CAPITULO 2|

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     Maya echo un vistazo al reloj, 6:32 de la tarde. Miró el espejo, hacía media hora que estaba lista, aunque, a decir verdad, ella siempre se arreglaba antes de tiempo. Por una parte se aseguraba de que no la tomaran por sorpresa, pero el tiempo que le sobraba se malgastaba a temor de dañar su maquillaje o peinado. Se acercó a su ventana, realmente adoraba la vista que tenía desde su habitación. Ubicándose su casa en los limites del pueblo y siendo cuantiosa la cantidad de terreno adquirido por su familia, no había nada que obstruyese su vista, solo valle se extendía frente a sus ojos hasta ser uno con el vibrante amarillo mopeado de aquarelas naranjas que aun a tales horas permanecía en el cielo de Villa Dorada.

     Agradecía la serenidad que le obsequiaba aquel paisaje y sobre todo el augurio de que aquella seria una noche diferente. Hacia semanas que deseaba tener un día así, solo dedicado a despejarse y disfrutar, desde que habían comenzado a presionarla con aquella pregunta, ¿por qué debían hacerla tan pronto? Aun tenía año y medio para pensar, pero en definitiva no lo haría esa noche, esa noche sería perfecta.

      Por otra parte, en un viejo modelo de volvo una ronca carcajada inundaba el ambiente.

     — Ya no es gracioso, Travis — se quejó Amelia intentando arreglar el "desastre" que había hecho su hermano — ¿Sabes lo mucho que tardo en alisar esta maraña?

     — ¿Es idea mía o eres más molesto que de costumbre? — volvió a hablar — No estarás inquieto por el lugar a donde vamos, ¿o si?

      — Vamos todos los años a Divertilandia, Amelia, ¿por qué me inquietaría eso?

     — Yo me refería a la casa de Maya. Hace años que no vas y, la verdad, no recuerdo la ultima vez que le hablaste.

     — El jueves de la semana pasada se quedó en nuestra casa y le ofrecí jugo.

     — Hablar en serio, grandisimo idiota. Se me hace extraño que te ofrecieras a llevarnos y hace dos semanas que terminaste con Vanessa, ¿no estarás reviviendo el pasado?

     — Quien parece vivir en el pasado eres tú, enana. Los muchachos y yo quedamos también en ir.

    — En serio, Trav, ¿nunca te has preguntado qué hubiese pasado si le hubieses dicho? No es bueno vivir en incertidumbre...

   — No — debía parar aquel interrogatorio cuanto antes — Y en realidad fue Vanessa quien termino conmigo.

    — No es que eso te haya dolido mucho, ¿o si?

    — No lo suficiente. La verdad, es que nuestros encuentros eran más que todo rápidos, si sabes a lo que me refiero.

    — Eres un asco.

    — Todos los hombres lo somos — ella sabía por esa sonrisa ladina que él se daba por libre de la conversación, pero ella no dejaría el tema en baúl por mucho tiempo — Tenlo en cuenta cuando quien sea que se te acerque.

     En cuanto Amelia identifico por donde andaban escribió un texto a su mejor amiga y así, cuando aun faltaban un par de minutos para que llegaran, ya Maya estaba bajando las escaleras hacia la salida al tiempo que gritaba que se iba sin obtener respuesta alguna. Nada más cerrar la puerta tras de si y ver el auto negro perteneciente a los Mitchell, quedo estática. Sabia quien conducía pues ni el señor Theodore ni la señora Amber Mitchell consideraban que valiese la pena conducir de un lugar a otro en un pueblo como en el que vivían y ni en sueños se lo prestarían a la hija que había reprobado nada más ni menos que tres veces el examen de manejo.

     En primer lugar, ni al ver detenerse al auto frente a ella salio de su sorpresa. Maya creyó que Amelia se refería a las gemelas al decir que la acompañariann a buscarla, ni dándole cien pistas hubiese pensado en Travis.

Girasoles para AmeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora