Capítulo 50

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El sonido de un disparo inundó mi cerebro, aturdiéndome. Todo estaba negro y borroso, ya oía las sirenas de la ambulancia. 

Giré hacia un costado y lo vi a él, a Luke, tratando de tenderme la mano mientras su pecho emanaba una cantidad desorbitante de sangre. Unas manos invisibles me tiraban fuertemente de la cintura y me alejaban de él, mientras gritaba desconsolado. Me arrastraban, no sabía quién, no sabía dónde, pero me sentía débil y rendida. Ya nadie podía salvarme.

Desperté con el corazón saliéndose de mi pecho de lo agitada que estaba, sin olvidar que sudaba muchísimo. Miré a todos los rincones de mi habitación, totalmente sumida en la oscuridad y en silencio, a excepción de mi respiración agitada y hasta diría que escuchaba los latidos de mi corazón.

Pasé las manos en mi cabello con pesadez, intentando regular la respiración. Me levanté con suavidad, tomando una campera liviana y me asomé a la ventana para inhalar aire más fresco y quizás hasta despejar mi atormentada mente. Apoyé mis brazos en el alféizar de mi ventana y cerré los ojos por un momento, recordando imágenes del sueño que acaba de tener. Para mí eran habituales, pero jamás terminaba acostumbrándome. 

Levanté mi cabeza para ver por última vez hacia la calle y me paralicé. Allí, frente a mi ventana, un piso más abajo, había una figura encapuchada, parada de manera rígida. Asomé mi cabeza más para ver si alcanzaba a ver de quién se trataba, aunque en mi mente ya se había formulado la posibilidad de que fuera alguno de los imbéciles que me acosaban.  Al hacerlo, aquella persona dio un paso adelante, también tratando de escudriñarme entre la oscuridad, y la luz del poste más cercano iluminó débilmente su rostro.

Abrí los ojos todo lo que pude y me sentí descompensada, a punto de desmayarme. Era Luke. Era él parado en frente de mi ventana, estaba segura, pero, de un momento a otro, al parecer percatándose de que lo había visto, retrocedió con rapidez y comenzó a caminar. 

Me alejé de mi ventana y corrí por las escaleras hacia la puerta, descalza y en pijama, como había despertado.

Salí a la calle, sumamente agitada y miré a todos lados.

-¡Luke!-grité angustiada, fehaciente a lo que había visto- ¡Luke!

Miré a un costado y me fui en dirección contraria a su casa. Comencé a correr, gritando su nombre, recordando a la vez el disparo, el sueño y estaba shockeada porque esto no parecía para nada como ese sueño, había visto a Luke, sabía que era él.

Llegué al borde de la calle y crucé, o al menos intenté hacerlo. Tan perdida estaba que no vi que un automóvil venía a toda velocidad y la luz de sus faros se coló en todo mi cuerpo. Escuché un bocinazo y caí al suelo.

-¿Pero qué sucede?-escuché gritar a William desde lejos, al menos para mi mente aturdida.

Todo se había quedado en negro, me faltaba la respiración y solo lloraba.

-¡Ella se cruzó en mi camino!-gritó la otra persona.

Mis ojos estaban fuertemente cerrados y, con las manos agarrando mi cabeza, intentaba recuperar el aire.

-_____, estoy aquí, soy William-dijo mi hermano, acariciando mis brazos-. Respira, ¿sí? Recuerda las respiraciones que hacemos. Inhala 5...retén 7...exhala 3.

Seguí las respiraciones junto a él y cuando estuve más tranquila, me llevó de nuevo a la vereda, mientras Sam volvía a casa a buscar una manta para taparme.

-¿Por qué saliste así? ¿En qué pensabas?-preguntó mi hermano, entre enojado y preocupado.

Tardé un poco en responder por tanta conmoción ocurrida, hasta que levanté la mirada y la clavé en la suya.

Un amor alocado (Skandar Keynes y tú)Where stories live. Discover now