Charles | Capítulo 3

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Laketown, 1887.

Hoy he tenido un buen sueño, y me tranquiliza saber que después de tantos días de pesadillas mi mente ha decidido, finalmente, traer imágenes relajantes a mi cabeza mientras duermo. Me he levantado con una sensación de liviandad que no había sentido desde hace muchísimo tiempo. Podría afirmar, incluso, que se sintió bastante real: Estaba en la playa, meditando como cualquier otro día, y de repente todo a mi alrededor comenzó a hacerse cada vez más pequeño, hasta que me di cuenta de que las cosas debajo de mí reducían su tamaño porque yo ya no me encontraba en tierra firme: estaba volando. Fui feliz, bastante feliz durante aquel sueño. Todas las preocupaciones que alguna vez estuvieron presentes comenzaron a alejarse de mí, hasta que se tornaron completamente inexistentes.

Una sensación cálida empezó a llenarme, y juro que incluso sentía el latido emocionado de mi corazón contra mi pecho, y la sensación de cosquilleos recorriendo mi piel. Desde arriba todo se veía tan hermoso, tan grande. El mundo no es sólo la mansión, Laketown y Londres; el mundo es un amplio horizonte que se extiende ante nuestros ojos, pero del cual nunca nos preguntamos por su extensión, por la cantidad de personas que habitan en él. Me sentí como un ave, pues comencé a volar hacia los lugares que yo decidía con libertad. Y esa es la palabra: ¡Libertad! ¡Nunca me había sentido tan libre como en ese sueño!

Pero entonces llegó la peor parte de soñar: despertar. Es ahí cuando te das cuenta de que las maravillosas cosas que estabas experimentando no eran más que un producto de tu cabeza mientras te removías en tu cama entre sueños. Podría afirmar que estaba volando aunque eso rompiera todas las leyes de la vida, porque se sintió tan real. Pero la visión del paisaje extendiéndose ante mí fue reemplazada por la decoración sobria de mi habitación, y la luz del sol entrando por mi ventana hasta llegar a mis pupilas.

Y esa sensación de libertad y de felicidad desapareció, cuando la realidad me atacó y me obligó a aceptar que me encontraba de nuevo en mi habitación, en la mansión, y que probablemente mi vida se continuaría reduciendo a este lugar, a Laketown, Londres y algún que otro lugar de este viejo y gran continente. Pero al menos puedo tener la tranquilidad de que entre tantas pesadillas que me han perseguido en los últimos días, soñar con algo esperanzador resulta, sin duda, más tranquilizante.

No podría decir con exactitud cuándo comencé a tener sueños extraños, pues muchos los olvido nada más al despertar. Sólo puedo decir que algunos se sienten como pesadillas, y los demás se sienten ajenos, confusos y extraños. Suceden todos en la mansión y yo estoy siempre en el medio. Los demás protagonistas son personas que no logro reconocer, en ocasiones ni siquiera parecen de este mundo, pues sus atuendos son extraños y sus actitudes también.

Confieso que jamás he sido del tipo de persona que le prestaría especial atención a las cosas que suceden en mi mente mientras duermo. Siempre he pensado que son eventos sin importancia que se basan en pequeñas escenas que hemos vivido en nuestro día a día. No obstante, cuando comienzan a deformarse de manera que se alejan de la realidad y su presencia se torna repetitiva, la preocupación me inunda de forma inexplicable. Y es la primera vez que me preocupa en exceso que aquello que sueño pueda ser una señal o advertencia de que algo malo puede suceder.

Sin embargo, ¿tiene esto algún sentido? Podría hablarlo con alguien pero me creerían loco. No pretendo terminar en un hospital de enfermos mentales, donde van a parar las personas que se preocupan por situaciones que no tienen una explicación lógica.

Así que decido levantarme de la cama antes de que los pensamientos inoportunos continúen consumiendo mi tiempo. Esta es mi realidad y no puedo cambiarla. En la sociedad en la que vivimos se te asigna un rol nada más al nacer, y es el rol que debes de adoptar toda tu vida. El mío es permanecer aquí, seguir las órdenes de mi padre, hasta que algún día yo tome su lugar. Pero al estar de pie en mi habitación, encerrado en las mismas cuatro paredes, no puedo evitar sentirme molesto y angustiado, porque hace sólo unos minutos estaba volando libremente y ahora nada de eso es real.

Desde hace un sueño (En físico en Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora