Diecinueve

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- ¿Dices que el idiota ese dijo cochinadas sobre mi y por eso lo golpeaste? Casi lo matas porque esa es tu forma de defenderme.

Brett gruñó apretando los ojos y la mandíbula, enfadado consigo mismo. La había cagado, ella tenía derecho a estar enfadada. ¿Qué clase de persona era, casi matando a golpes a un tipo que...

- Eso es lindo.

Tan rápido como la luz el enfado se convirtió en confusión. ¿Lindo? ¿Qué coño?

- Quiero decir, lindo en un sentido un poco retorcido. Como súper tierno si golpear gente fuera normal.... Me refiero a que no es algo que me cause miedo, y es extraño pero el hecho de que golpees a alguien por mi es... tierno.

Detuvo su balbuceo mirándolo a los ojos. Esa cosa ardiente en la sangre de Brett que lo llevaba a sentir que ella era suya, era instintos posesivos con la más alta concentración de obsesión en su estado más puro. Corriendo por sus venas.

Mía. Mía. Mía. Hijo de puta posesivo.

Y el hecho de que ella no encontrara aterradora su mente enferma lo ponía como un mástil, y lo hacía peor. Más lo obsesionaba.

Carajo. Ella era perfecta. Ella era la mujer de su vida. La amaba.

Aquel pensamiento lo golpeó como un puto tren de carga. Justo en su nariz.

La amaba. Ella tenía que amarlo también. No había otra opción para ella. Iba a amarlo. Iba a vivir por él. Él sería su única razón de existir y de sonreír y de ser feliz y de sus orgasmos por supuesto.

- Eres mía, Edimina- murmuró con voz gastada, con el ceño fruncido subió sus grandes manos desde los muslos regordetes hasta los pequeños hombros suaves descubiertos.

- Si- susurró ella disfrutando de las caricias un momento antes de que las fuertes manos rodearan su cuello con firmeza.

- Y que quede claro que si te acercas a otro hombre, lo asesinaré y te retorceré este bonito cuello tuyo ¿Bien?

- Bien- murmuró sintiendo sorpresivamente cómo se humedecía con su oscura promesa.

Bueno, ella también estaba jodida.

📚📚📚

- ¿Qué es?

- Te dije que me encargaría...

- De tu error, sí.

- No dije error. Correrme dentro de ti jamás sería un error.

Las mejillas de Edimina se enrojecieron con ardor.

- Alguien puede oír- se quejó.

- No me importa... - miró a un lado cuando un par de chicos pasaban junto a ellos observando a Edimina, cambió de opinión- sí me importa, en lo que a todos los demás se refiere, tú eres una monja santa y virgen, no quiero que te imaginen desnuda- murmuró enojado entre gruñidos.

Ella sonrió divertida.

- Como sea, dame esa píldora.

- No sé si dártela ahora- ella levantó una ceja- si te quedaras embarazada todos sabrían que eres mía.

- Vale ¿qué te parece si esperamos unos diez años más para llegar a eso?

- ¿Estás loca? Te daré máximo cinco años. Termina una carrera y te encontrarás redonda con mi bebé antes de que puedas tomar un respiro. Ten, antes de que me arrepienta.

Le entregó la píldora justo cuando la risa cantarina de Edimina llenó el pasillo de casilleros. Unos cuantos se giraron a verla pero volvieron a lo suyo cuando observaron a Brett. Lo que hizo reír más a Edimina. Muy en el fondo preguntándose si toda aquella conversación sólo era una broma. Lo que daría ella por que él realmente pensara en un futuro juntos.

👓👓👓

Metido en un traje. Exactamente así estaba. Soportando a un montón de lameculos que trabajaban para su padre, intentando lamerle el culo a él también. Bien, no le interesaba para nada. Quería irse de ahí en especial sintiendo las miradas de las amantes de los lameculos, haciéndole agujeros en la polla.

¿No podían disimular un poco? Está bien que estuvieran frustradas saliendo con semejantes viejos, pero él no era pieza de exhibición y tampoco era su culpa si ellas eran amantes de esos viejos.

Y es que realmente solo había contado a dos hombres que habían venido con sus esposas. Y sus esposas eran igual de zorras que cualquier amante.

Se le revolvió el estómago con asco sólo de estar allí. Odiaba aquellos eventos. Cómo le gustaría estar con su bonito unicornio. Quién iba a decir que podía ser tan cachonda.

- Hasta que aprendes a sonreír- regañó su padre. La perversa sonrisa que tenía al pensar en todo lo que le haría a Edimina, se mantuvo en su rostro, eso era lo que tenía que hacer. Pensar en ella, no iba a permitir que su padre lo hiciera enfadar hoy.

- No por lo que crees.

- La hija de Gustav te ha mirado toda la noche.

- No lo sé- respondió sin darle importancia.

- Tiene tu edad, está buena y es una zorra caliente, no puedes pedir más ni siquiera para una futura esposa. En especial cuando es la heredera de una fortuna tan grande.

- Cásate tú con ella- dijo todavía sin prestarle mucha atención. Sabía lo que quería, había estado buscándole una esposa desde hacía dos años, una que fuera millonaria y que al unirse formaran un imperio. Que lo mataran si dejaba que sucediera.

- Lo haría si no fuera por la zorra de tu madre.

Y aunque en otro momento lo habría enfadado ese comentario, esta vez solo pensó en el dulce rostro de su bonita novia y la rabia, aunque seguía allí, ya no era incontrolable. Sonrió sabiendo que cada día estaba más cerca de su objetivo, consciente de que estaba por llegar el día en que su mamá y su hermanita volverían a ser felices, tendrían una vida normal en la que no se tendrían que esconder y finalmente todos estarían libres de la escoria de Arnold Stevenson.

- Me voy.

- ¿A dónde carajos vas?

- Con unas putas- eso era lo que querría oír, eso era lo que Brett respondía. Su padre no tardaría en enterarse de Edimina pero mientras más pudiera atrasarlo, mejor. Ya vería cómo lidiar con él cuando supiera que estaba saliendo con la hija de unos "simples médicos". Pero Edimina era suya, y eso no estaba a discusión.

- Discreción, Brett- dijo viéndolo severamente.

🏍️🏍️🏍️

Dos semanas después

"Tú, yo, cabaña en medio de la nada, una semana. Paso por ti a las tres."

- ¡Mamá! ¡Me voy de campamento con mis amigos por una semana!

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