Capítulo 10: Una desastrosa navidad.

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—Inténtalo, por favor; ya no sé qué hacer... si no lo haces, voy a tener que comenzar un proceso judicial y siento que eso va a ser peor para nosotras...

Bakugou se puso de pie, dejando intacta la taza de té. A lo mejor, si se apuraba, alcanzaría a almorzar con su familia. Se acercó a la puerta, con la cabeza en blanco.

—Bakugou, te lo imploro...

La miró de reojo, no con altivez sino más bien con pena.

—Iré pasado mañana y ese será mi último intento de tratar de salvar a alguien que no quiere ser salvado. Nos vemos.

Tomó el plato de dulces, y se echó en el hombro las bolsas de Kirishima; salió de la casa de la Sra. Himiko con el estómago retorciéndose, aunque no era por hambre.

Si apuraba el paso, llegaría justo a la hora para almorzar, pero Bakugou no quería apresurarse, porque cada mísero paso que daba en la vereda le recordaba de manera obsesiva a Toga.

Llegó a casa, donde fue recibido por los jugueteos del perro. Trató de alegrarse pero fue imposible; Mitsuki apareció por el umbral de la puerta de la cocina, con los brazos cruzados.

—¡Te dije que no iba a esperar por ti!

Katsuki alzó la mirada, a lo que su madre abrió los ojos sorprendida. No supo que fue lo que Mitsuki vio, sin embargo no debió haber sido agradable ya que se acercó a Katsuki, le quitó el plato de las manos y lo abrazó.

—Hijo... ¿Qué ocurrió?

Bakugou se quedó estático, con la mirada en cualquier otra parte, menos ahí, con Mitsuki. Sentía la calidez de su madre, la cola de Kayaku rozándole las pantorrillas y pronto la mirada nerviosa que Masaru compartía con Mitsuki.

Se preguntaba: ¿por qué le dolía tanto? ¿Qué le faltaba lograr para continuar fortaleciendo su carácter? Al menos, los ojos no le picaban, aunque las fuerzas se le drenaron del cuerpo en menos tiempo del que esperaba.

—Quiero acostarme —dijo Bakugou, separándose de su madre—. Necesito una siesta; luego hablamos.

No se quedó para escuchar reclamos, aunque no existió ninguno. Subió las escaleras hasta el dormitorio, se tendió en la cama y cerró los ojos.

Que doloroso que era volverse consciente de que las personas dejaban una marca más duradera de la que creía.

『 °*• ❈ •*°』

"Era cierto, dolía; pero al menos soportaba mejor el someterse a un dolor físico que uno sentimental.

Era más fácil de reparar y solucionar.

Lo que le dolía más, era ver que esa persona que lo atacaba con tanto odio se trataba de la persona a quien le confió todas sus verdades.

Eso, sí que dolía."

De: Lo que nunca existió, epílogo. Publicado por COLD_Fire en enero del 2016.

『 °*• ❈ •*°』

Su familia no era religiosa, aun así, durante ese día querían aparentar que si lo eran.

Shoto continuaba aflojando el nudo de la corbata mientras esperaba a que el resto acabara de alistarse. Continuaba sin comprender la necesidad de ir bien vestido a misa, es decir, no era como si Dios le hiciera un chequeo de etiqueta antes de entrar al paraíso.

En cuanto estuvieron listos, Shoto se fue en auto junto a sus padres, Natsuo y Nara; en el otro jeep, iba la familia de Fuyumi. Shoto, segundos anteriores a entrar al coche, alcanzó a ver las constantes protestas de Hiro, respecto a la incomodidad del conjunto adorable que usaba. Nara, al menos no se quejaba, aunque tampoco parecía contenta respecto al vestido que no le permitía trepar o hacer muñecos de nieve.

¡Esto NO es Un Fanfiction! (TodoBaku)Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ