Capítulo 36. Igual un poco sí.

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NO QUEDAMOS EN NADA

NO ME JODAS ALBA QUE YO A ESTAS COSAS LE DEDICO MI TIEMPO

*Alba*

JAJAJAJAJAJAJAJA

Relaja, Nat, que era una broma

Pedimos algo de comida y listo

*Natalia*

O podrías cocinar tú

*Alba*

Paso de cocinar después de lo que preparaste la semana pasada

Tengo dignidad, sabes?

*Natalia*

A buen hambre no hay pan duro

Y yo tengo mucha hambre, Albi...


No está bonito que yo le deje su tiempo y su espacio y ella disfrute poniéndome como una locomotora, francamente, no me lo merezco, pensó Alba


*Alba*

Nat, no calientes lo que no te vas a comer

*Natalia*

Que no me lo vaya a comer no quita que me muera de... hambre

*Alba*

HABLA CHUCHO QUE NO TE ESCUCHO 🙉

A qué hora quedamos?

*Natalia*

A las 8? 

*Alba*

Hecho


Alba se despertó de la siesta, recogió un poco la casa y cambió las sábanas. No es que creyera que las fueran a usar, pero más valía prevenir que curar, a ver si al final la chavala se iba a venir arriba y la liábamos. La parte predominante de su cerebro la instaba a no emocionarse con la idea de pasar de los besos húmedos, pero aún le quedaba una que, aunque pequeña, gritaba más fuerte que la otra, a la que se le hacía imposible estar horas comiéndose la boca sin pasar a mayores. Se dio una ducha que le sirvió para limpiarse el cuerpo y la mente. Pantalón de chándal y una camiseta blanca. Estaba en casa, podía ir doméstica. 

Natalia le escribió para pedirle la ubicación y se preparó mentalmente para lo que fuera a pasar. Tener a Lacunza en su casa, en su hogar, se le hacía extraño aún. Hizo un ejercicio retrospectivo y se puso en los zapatos de la Alba de hacía un año. Si la hubiera cogido y le hubiera dicho lo que estaba a punto de suceder se habría estado riendo un mes. Y si, además, le hubiera contado que se comían los morros como colegialas la habrían tenido que ingresar. Sonrió recordándose cuando la imagen de Natalia Lacunza no era más que un ente inalcanzable y le agradó lo tangible que era en ese momento. Muy tangible. Sonó el timbre. 

Esperó a que subiera por el ascensor junto a la puerta, sin abrir, intentando calmar sus nervios. Hizo respiraciones y tuvo una seria conversación con su acelerado corazón. 

Nene, relájate, solo es Nat. 

Solo es Nat, dice. Repítelo doscientas veces hasta que te lo creas. 

Bueno, pero no es la primera vez que nos vemos, precisamente. 

Es la primera vez que está en casa, Alba, NATALIA LACUNZA EN CASA, es muy fuerte, déjame alterarme. 

La sala de los menesteresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora