Prefacio

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Amaia Tieszen veía con ternura a su pequeña recién nacida, con un aire de solemnidad y orgullo. Su primera hija, después de tres fornidos varones, había llegado su ansiada princesita.

Pero no había contado con el desagrado de su marido, que al ver a la pequeña, había sentido una gran decepción.

¿Como podría el consumar la larga, y por supuesto, orgullosa cadena de Tieszen's en la armada si, de su propia carne, había traído a la criatura que rompería la tradición?

Amaia veía con tristeza la línea recta que formaban los labios de su marido, mientras que la enfermera declamaba que debían de ofrecerle a la niña un nombre ya mismo, debido a que debía llevarla a su primer control. Amaia levanta la cabeza, ofreciéndole una mirada de cariño a su marido, con una tentativa silenciosa que expresaba su deseo de que él nombrara a la pequeña. Él, con un ligero movimiento de hombros se levantó y salió de la habitación. La enfermera, que veía la escena incapaz de intervenir, soltó borbotones de palabras de aliento para la madre, la cual respondió con una genuina sonrisa en el rostro.

-Esta niña es un buen augurio para mí, quizás no para él, pero sí para mí y recuerdo vagamente haber leído que, en latín, un buen augurio respondía a Zea.

-Asi que... - pronunció un poco confundida aquella enfermera tan simpática.

Abrazando a su hija con adoración, la miró a los ojos y sonrió.

-Zea Tieszen

As a soldier © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora