Capítulo 5

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Que ¿cómo me ha ido el día? Buena pregunta: a medio camino entre mierda y boñiga. Sin paños calientes.

He ido a comer sola. No me importa, porque me gusta ver cosas e ir a mi aire. Pero nada me ha distraído de verdad. En lo único que pensaba era en el rostro de Natalia al decirle que no me iba con ella. No le ha sentado bien y juraría que la ha entristecido mucho. Y me tiene loca perdida.

   

No se lo esperaba. Está tan poco acostumbrada a no salirse con la suya...

   

Julia me ha llamado para ir a tomar algo por la noche. Yo aún me lo estoy pensando porque no me apetece. Pero sé que no es bueno estar comiéndome la cabeza tanto y, probablemente, acepte.

   

Así que me he ido a comprar unos trapitos y de paso me he quedado anonadada con los números de mi cuenta corriente. Han llegado los pagos de los derechos. No sé qué ha negociado Carlos, pero es una pasta, la verdad. Y solo es la parte inicial negociada. Ahora faltan los cánones y todo lo demás que es lo que más dinero da, sobre todo si la canción es un éxito mundial. Que ya veremos. Pero, por ahora, en España no deja de escucharse. Y es duro. Porque oírla cantar mi tema imposibilita que deje de pensar en ella.

   

Natalia me afecta. ¿Cómo puede un beso en una cápsula del tiempo robarme la cordura de este modo? Nunca me sentí así con un tío. Y me he llegado a poner muy cachonda cuando ellos me han besado y cuando me han tocado. Pero... lo que me ha pasado con ella no es sencillo de explicar.

   

Llego a la portería de casa cargada con bolsas de tiendas de ropa. Y calzados. Son las seis de la tarde. Si me da tiempo, podría ir hasta la calle Petritxol y ver esas figuras que tanto me gustan, de un artista alemán. Tal vez podría comprarme una para la entrada. Hay un cocodrilo que me apasiona.

   

Subo con el ascensor hasta la segunda planta de mi edificio. Y cuando se abren las puertas, y salgo del cubículo, advierto que hay alguien esperándome sentado en el suelo, con la espalda apoyada en la pared, al lado de mi puerta.

   

En ese rellano solo vivo yo, con lo cual nadie puede verla.

   

Camino hacia ella como un zombi y Natalia se levanta de un brinco.

   

—¿Cómo has entrado? —le pregunto dejando las bolsas en el suelo.

   

Natalia se limpia las manos en los tejanos y me mira fijamente.

   

—Por la puerta. He llamado al primero, he dicho «paquete de Amazon» y me han abierto.

   

—Tienes suerte de que los vecinos de abajo no tienen videocámara. Yo no te habría dejado entrar. ¿Habéis comido donde os he dicho?

   

—Sí.

   

—¿Está mejor tu padre?

   

—Mucho mejor, gracias.

   

—¿En qué hotel está?

   

—En el NH, cerca del Clínic. A mi padre le has encantado. Nunca dice nada de mis amigas. Pero de ti sí.

Lo que nunca te canté. Cara B - AlbaliaWhere stories live. Discover now