El corazón de un caballero

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Para mis queridas Nero y Gapriel, por enseñarme más de las locuras del fandom. 

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El caballo relinchó al ver a su amo cruzar la puerta del establo, quien, además, era acompañado de un pequeño con la mirada que carbonizaría a todo aquel que osara molestarle, literalmente.

—Iré a pie –El caballero acarició la crin del caballo negro sin ponerle atención. Tomó la silla de montar y la colocó, apretando los cinchos que la mantenían segura. Colocó dos bolsas de cuero y las aseguró a la silla, donde iban los víveres y algunas cosas más. Montó de manera diestra y lo vio incrédulo.

—Debo alcanzar al ejército primero, luego iremos con el rey y ahí daré por cumplida mi palabra

—No te creo –Habló mordaz mientras se colocaba la capucha de la capa para comenzar a caminar.

—No importa –Se balanceó hacia él, tirando de sus ropas, lo jaló y lo sentó frente a él, alzó las riendas del caballo y cabalgaron a toda velocidad mientras el grito del pequeño se escuchaba en la lejanía.

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—Yuzu, ve y entrega este mensaje a mi pequeño Yuya –Ray le extendió un pergamino con un atado de ramas y hojas que recibió una jovencita de cabellos rosas, atado en una especie de coletas a cada lado de su cabeza, con una perla rosa con un lazo para mantenerlas sujetas. Yendo descalza, su vestido era blanco, largo hasta las rodillas, y en la cintura, un atado de rosas rojas, sin espinas. La chica asintió para desaparecer en un haz de luces, que dejó unos cuantos pétalos flotando.

—Estás en la mira del karma, mi pequeño –Ray, a pesar que era ciega, podía moverse con cierta diligencia por el lugar. Caminó por el largo pasillo blanco con columnas altas que daban a la entrada del jardín, algo que ya no podía apreciar, pero si percibir. Cuando sus pies desnudos tocaron la suave hierba, anduvo un poco más hasta dejar de sentir los rayos del sol y quedarse bajo la sombra de su tan amado árbol. Se recostó mientras la suave brisa de ese día movía sutilmente su cabello.

La nostalgia abordó su mente y corazón, estrujándolo sin piedad. Era un claro con diversas flores, árboles que protegían las entradas y salidas y principalmente, donde vio a sus niños correr, dormir y divertirse entre ellos, en aquellos años de los cuales, nunca imaginó lo que la guerra podría provocar en ellos, siendo magos, pensaron que serían capaces de detener las atrocidades, pero no fue así.

Aún recordaba las dulces voces de sus pequeños, llamándola mientras ella los acompañaba en sus juegos; cuando seguía a Yuri al verlo tan entusiasmado con sus plantas y su hermoso poder; a Reiji cuidando de Reira ya que apenas comenzaba a caminar, a Dennis molestando a Yuri junto con Sora, este atándolos al suelo mientras los dejaba alrededor de plantas espinosas. Rió ante las travesuras de todos, recordando a su pequeño más empático, Yuya.

Yuya tenía un don maravilloso, apenas tenía seis años cuando llegó con todos. Fue el último mago que recogió después de tan atroz vida. Pero parecía que eso era muy lejano para él, tenía una vivaz mirada y siempre divertía a todos con sus ocurrencias, ganándose su cariño con la sinceridad y pureza de su alma. Zarc era el más sobreprotector de todos.

Hace cuanto ya de ello, un recuerdo tan lejano, pero tan fresco en su memoria y su corazón.

Extrañaba poder ver, especialmente a sus pequeños magos, quienes la han acompañado desde hace mucho. Juntó sus piernas, recargando su mentón en ellas mientras las abrazaba, recordando de nuevo.

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⏰ Last updated: Feb 06, 2022 ⏰

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