Capítulo 8

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Henry bajó corriendo las escaleras y trató de ayudar a su hermana a ponerse de pie

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Henry bajó corriendo las escaleras y trató de ayudar a su hermana a ponerse de pie.

—No, no... ¡No me toques! —exigió Hilda, que parpadeaba lágrimas sin control.

Aquello fue como un golpe en el estómago para Henry.

Se apartó de Hilda y le permitió ponerse de pie por su cuenta, con dificultad. William los miraba con preocupación a una distancia prudente.

Hilda caminó, cojeando, por el vestíbulo. Miró a Will y luego a Henry, y entonces se llevó las manos a la boca.

—Yo... —murmuró—. Yo...

—Hilda, hermana...

—La rueda del coche se averió y nos volcamos —dijo—. El chofer se lastimó la pierna, no podía caminar... No estábamos muy lejos de aquí... así que... así que... volví. Vine por ayuda. No abrieron cuando llamé a la puerta... Entré por la cocina —sollozó y se enjugó las lágrimas con brusquedad—. Los busqué en la biblioteca, pero no estaban. Entonces subí y...

Henry compartió una mirada de pesar con William, que se abrazaba a sí mismo. Cuando miró de nuevo a su hermana, notó que llevaba las faldas del vestido algo rasgadas y enlodadas.

—Hilda... —volvió a intentar, pero ella negó con la cabeza.

—Quiero ir a casa. Necesito ir a casa.

Sonaba como alguien que había perdido la razón pero, tomando en cuenta lo que acababa de descubrir, no era para menos.

—Te llevaré enseguida.

—Sola. Quiero ir sola —pidió.

—Prepararé un caballo para ti —indicó enseguida William, y se apresuró hacia los establos, dejando a los hermanos a solas.

Hilda sorbió la nariz y Henry se alejó un poco de ella. Se terminó de abotonar la camisa sin quitarle la mirada de encima. No importaba cuánto hubiese visto o escuchado su hermana, era suficiente para saber que ese fin que tanto temía había llegado.

Will avisó cuando el caballo estuvo listo. A pesar de la renguera que le había producido su tropiezo en las escaleras, Hilda se las arregló para montarse en el cuadrúpedo y marcharse sin mirar atrás.

Henry contempló el camino que tomó su hermana. Tal vez iba a la casa o se dirigía directo a la Oficina de la Concordia a denunciarlos. No sabía, pero lo averiguaría muy pronto.

—¿Ha llegado el final? —escuchó la voz de Will a sus espaldas.

Volvió hasta él y pasó una mano por su cabellera azabache con frustración.

—Es probable.

El rubio asintió con seriedad.

—¿Qué haremos?

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⏰ Last updated: Jul 13, 2019 ⏰

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Los Marcados de CantemburgoWhere stories live. Discover now