Capítulo 2

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El miércoles al medio día un gran porcentaje de los habitantes de Lowndes se congregó en la Plaza de la Justicia para contemplar el momento exacto en el que se aplicaba la pena máxima al joven Rupert Stone, como castigo por su crimen

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El miércoles al medio día un gran porcentaje de los habitantes de Lowndes se congregó en la Plaza de la Justicia para contemplar el momento exacto en el que se aplicaba la pena máxima al joven Rupert Stone, como castigo por su crimen.

Después de ser torturado por varios días, el muchacho terminó por confesar el nombre de su amante. Era otro estudiante del internado para varones al que asistía en la ciudad vecina de Desmondshire, todo el mundo sabía que aquel muchacho correría con la misma suerte que Rupert.

Henry, en la intimidad de sus pensamientos, se atrevió a tener la esperanza de que, más allá de la muerte a la que habían sido sentenciados, quizá los muchachos se reencontrarían. Era un optimismo doloroso que había nacido de la pena que sentía por aquellos chicos.

Con un suspiro desolado, Henry terminó de revisar los documentos que había redactado su fiel asistente Greyson y los firmó antes de devolvérselos.

Trató de distraerse con más trabajo, hasta que la campanilla de la entrada sonó, indicando la llegada de visitantes. Se trataba de la señorita Sophia Fleming, hija de un banquero importante de la ciudad, y su doncella.

Henry se puso de pie para recibirla.

—Señorita Fleming —la saludó Henry con una sonrisa—. ¿A qué debo el honor de su visita?

La chica hizo una leve reverencia con la cabeza hacia Henry.

—Buenas tardes, señor Mainwater. He venido en nombre de mi familia a entregarle una invitación al primer baile de verano de Lowndes que se realizará en nuestro hogar el próximo viernes. Pasé por Robles Rumorosos esta mañana, pero sus queridas madre y hermana no estaban en casa, por lo que preferí venir a entregársela a usted directamente.

La señorita Fleming hizo un ademán a su acompañante y, enseguida, ésta le entregó a Henry la invitación de la que le habían hablado.

—Será un placer acompañarlos, señorita Fleming. Por favor envíe mi gratitud por la invitación a su padre.

La chica sonrió complacida.

—Así lo haré, señor Mainwater. Le aseguro que estaremos felices de recibirlo a usted y su familia en el baile de pasado mañana.

Henry no estaba de humor para bailes, pero sabía que tendría que ir. ¿Cómo se atrevería a hacerle un desaire a los Fleming? ¡Era imposible!

A pesar de sus sentimientos, se portó igual de cortés que siempre con la señorita Fleming e incluso la acompañó hasta el coche para despedirla.

Esa noche, a la hora de la cena, agradeció la invitación al baile del viernes porque pudo conseguir que su madre dejara de contarle detalles mórbidos del trágico espectáculo de la mañana para enfocarse en la fiesta.

—¡Debes usar tu mejor vestido, Hilda! —sentenció la señora Mainwater, decidida—. Uno nunca sabe, ¿verdad? Si el verano concluye y William Fauxsess no te pide matrimonio, tendrás que contemplar otras opciones.

Los Marcados de CantemburgoWhere stories live. Discover now