Capítulo 4

2.3K 380 32
                                    

Dos noches después, Constantine apareció, en el bar , como cliente.

-Creo que voy a tomar el whisky que me ofreciste una vez - dijo sentándose junto a la barra.

-¿Estás bien? -preguntó Maddy mientras le servía.

-Sí, soy un Clermont después de todo.- respondió con sarcasmo. Madeleine le sirvió el whisky , luego le sirvió el segundo y cuando pidió más, se negó.

-No creo que emborracharte sea la solución - lo censuró .

-Es un lugar extraño para decirlo, soy un cliente en un bar que está pidiendo algo para tomar.

-Es mi bar, yo decido si te sirvo o no, si te quedas o te vas.

-¿Vas a echarme?

-No, puedes quedarte , pero sólo bebidas sin alcohol, té o café para ti- le dijo y luego durante un tiempo se distrajo atendiendo a otros clientes. Notó que él se había movido hacia una mesa y cada tanto le echaba una ojeada, pero había mucha gente y cuando volvió a verlo fue cerca de la hora de cerrar, estaba casi dormido sobre la mesa y completamente borracho.

- ¿Cómo sucedió esto?Te dije que no le sirvieras nada - le reclamó a su empleado.

-No lo hice, pero parece ser que compró las bebidas de otros clientes.

- Tanta inteligencia para nada, ahora está completamente perdido - aseveró mientras lo sacudía de nuevo sin que reaccionara.

-¿Qué haremos?

-Esperemos un rato , falta poco para cerrar quizás reaccione- resolvió pero sin mucha esperanza, no parecía que fuera a despertarse pronto. Cuando los últimos clientes se marcharon , volvió hacia él.

-¡Oye, Constantine! - le gritó, pero sólo recibió un pequeño gruñido por respuesta.

-¿Qué hacemos ahora? - preguntó su empleado y ella estuvo muy tentada de decirle que lo echaran a la calle, pero no podía.

-Ayúdame a llevarlo a casa - le pidió tras sopesar todas sus opciones, no podía enviarlo en un taxi porque ni siquiera sabía donde vivía, no podía dejarlo dormir allí porque se enfermaría, ni había a quien llamar. Además se sentía culpable de que él estuviese en ese estado.

-¿Estás segura? Apenas lo conoces.

-Tengo un bate y sé usarlo - respondió pero el chico se veía realmente preocupado - No te asustes, no es peligroso, tengo instinto para distinguir a los malos. Ayúdame - insistió y entre los dos cargaron a Constantine hasta afuera. Madeline cerró el bar y entre los dos lo arrastraron hasta su casa, que estaba junto al bar. De haber estado más lejos no hubiera sido tan buena samaritana, Clermont era alto y pesado, más cuando estaba casi inerte.

-¿Dónde? - preguntó el muchacho y se notaba que estaba dispuesto a dejarlo caer allí, en el umbral.

-En la habitación de Jon.

-¿Segura?

-Sí, es grande para el sofá y no lo dejaré en mi cama- dijo ella y su empleado siguió las indicaciones.

-Maddy, ¿de verdad no quieres que me quede aquí? Apenas lo conoces.

-Ve a casa, estaré bien, prometo llamar si algo sucede.

-De acuerdo- respondió no muy convencido y se marchó.

Madeleine fue hasta la habitación, acomodó un poco a Constantine, que había sido lanzado sobre la cama sin importar su comodidad, y lo cubrió con una manta.

Constantine se despertó con mucho dolor de cabeza, no recordaba donde estaba o qué había sucedido, hasta que la lucidez lo golpeó casi físicamente.Había bebido en el bar de la chica de pelo rosa hasta emborracharse, y no estaba acostumbrado a beber. Pero había necesitado anestesiarse, llevaba dos días sintiéndose mal, y necesitaba calmar el remolino en su interior. La revelación de Elliot lo había sacado de eje completamente, había trastocado su vida, antes se había sentido agradecido, ahora se sentía usado. Él había sido un sucio secreto para Jerome Clermont, jamás se había interesado por él, de hecho no recordaba haberlo visto antes del orfanato. Nunca había aparecido cuando su madre vivía, y de hecho dudaba que le hubiera brindado algún apoyo ya que apenas les alcanzaba para vivir ¿Y luego? ¿Por qué lo había buscado? ¿Culpa? Ya jamás podría preguntarle, pero al adoptarlo de aquella manera lo había tenido en sus manos, siempre. Él adoraba a Clermont, se sentía profundamente agradecido y hacía todo lo posible por complacerle, no había dado pasos en falso, era un buen chico, sentía que le debía eso. Era su salvador. Pero ahora estaba enfadado, no era su salvador, era su padre y era él quien estaba en deuda, y lo estaría siempre. Sí, era cierto que le había dejado la mitad de sus bienes, ahora entendía porque, incluso el día anterior había hablado con el abogado quien había terminado confesando que el vínculo era cierto, que él era un Clermont. Todo por lo que había vivido era falso y ya no había a quien reclamar, ese enojo, ese dolor se quedaría con él. Y Elliot era su hermano, su verdadero hermano, pero no quería pensar en eso ahora. No quería pensar en nada, por eso había terminado yendo al bar. Y ahora ni siquiera sabía dónde estaba. Se incorporó y todo le dio vuelta, tardó unos instantes en recuperarse, se sentó al borde de la cama, mientras intentaba pensar donde estaba, ¿en la cama de quién? ¿Cómo había terminado ahí? Al menos estaba vestido aún, eso parecía una buena señal. Miró a su alrededor, era una habitación masculina, los colores y los muebles así lo indicaban. Se levantó despacio y recorrió el lugar, había portarretratos y se acercó a mirar. Había un hombre, alto, corpulento con una niña flacucha y seria, había otras fotos donde se la veía mayor y sonriente, ahí la reconoció, era Madeleine. Había otras fotos, eran imágenes de graduación, una de secundaria y otra de la universidad ¿Había ido a la universidad? Sintió ruidos y se alejó de las fotos para salir de la habitación, ahora sabía dónde estaba, en la casa de ella. Se asomó despacio y la vio , parecía estar cocinando.

El lado rosa de la vidaWhere stories live. Discover now