Charles | Capítulo 1

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Su mirada sigue la mía y se posa sobre aquel animal nadador y volador, que mueve sus pequeñas patas en movimientos cortos pero rápidos a medida que avanza por el agua.

—Esos ruidos se llaman graznidos, y son muy normales —explica el hombre, mientras se lleva a la boca un artefacto alargado parecido al de papá, pero el suyo es más pequeño y no sale humo de él. Creo que primero debe encenderlo con fuego, pero aquí no hay.

—No sabía que tenía nombre, pero no me gusta —aclaro, volviendo a sentarme en el suelo.

El hombre menea la cabeza y continúa observando al ganso. Su cabello rubio lleno de tierra se mueve con el viento, y un resoplido sale de su boca.

—Sí, bueno, es que el ganso más grande es el más ruidoso. Se llama Arnolfo, yo tampoco lo aguanto. Y déjame decirte una cosa...

Se agacha a mi lado, mirándome a los ojos.

—A Arnolfo no le gustan los niños —continúa—. Bueno, en realidad no le gusta ningún humano, es bastante insoportable. Tal vez te ganes su cariño si lo alimentas, así me lo he ganado yo.

—Pero no quiero alimentarlo, no lo merece.

El hombre ríe, dándome una palmadita en la cabeza antes de levantarse.

—Tienes que amar a todos los seres vivientes —aconseja, mientras recoge sus cosas—, aunque hagan ruidos extraños.

Escucho sus pasos alejarse mientras tararea una canción. Observo los panecillos que he dejado caer cuando me levanté, y luego observo a Arnolfo. Por el momento se ha quedado callado, pues está bebiendo agua del lago, y no puedo evitar pensar en si no estará tragando insectos al mismo tiempo.

Suspiro, tal vez yo no necesite tantos panecillos, después de todo, yo puedo comer cuantos quiera en casa, mientras a los animales los alimentan con comida muy simple. Cuando Arnolfo comienza a hacer ruidos de nuevo es cuando decido que tal vez será lo mejor que pueda hacer.

Me pongo de pie nuevamente, sacudiendo la tierra de mis pantalones, y tomo uno de los panecillos del suelo. El ganso está bastante lejos y además está rodeado de otros tantos que no permiten que la comida le llegue directamente desde aquí, por lo que tengo que pensar en un plan para que los demás se alejen. Si continúo viniendo a este lugar con mi familia yo quiero hacer de este lago mi lugar para sentarme, relajarme y jugar mientras mamá y papá hablan de cosas aburridas con los demás adultos. Para ello, necesito ganarme la confianza de Arnolfo, y tal vez así cada vez que venga puedo ordenarle que se calle si empieza con sus graznidos, y él haga caso.

Así que lanzo el primer panecillo no muy lejos, y cuando cae sobre el agua varios patos y gansos nadan con rapidez hacia él, para comerlo, incluyendo a Arnolfo. Sin embargo, cuando terminan de comer él vuelve al mismo lugar de antes, y los demás lo siguen. Al parecer él es el rey de los gansos, porque es muy grande y todos van tras él siempre. Si se mueve a la derecha, los demás van a la derecha; si se mueve a la izquierda, los demás van a la izquierda.

Llevo mi mano a mi barbilla, tratando de pensar en algo más. Definitivamente no podré hacerlo ir más lejos sin que esté siempre rodeado de otras aves. Necesito que sólo él coma lo que yo le lance, que no tenga que compartirlo con los demás; tal vez si ve que tengo preferencia por él comenzará a obedecerme siempre que le diga que no haga ruido.

Entonces debo de ser rápido. Tomo otro panecillo y lo lanzo al mismo lugar, y al igual que el anterior todos los que están cerca van por él, incluyendo a Arnolfo, pero no le permiten comer solo. Así que tomo tres panecillos más, y antes de que vuelvan a su lugar lanzo uno directamente a Arnolfo. El trozo de comida cae a su costado, y él lo picotea rápidamente, pero otros dos gansos intentan quitárselo.

Desde hace un sueño (En físico en Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora