Charles | Capítulo 1

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Entonces comienzo a correr por el pequeño camino y sólo me detengo a recoger un panecillo que se cae al suelo. Luego, continúo corriendo, siguiendo el sendero. Aquí hay muchos árboles de los cuales no conozco su nombre, pero logro identificar algunas flores que mamá me ha mostrado en nuestro jardín. Me siento feliz recorriendo lugares que no conozco, pues son diferentes a casa, donde todo es siempre igual.

Siempre debo de ir a donde vayan mamá y papá, pero ellos van a lugares muy aburridos. Quisiera estar enfermo hoy, como lo está August, que ha tenido que quedarse en casa reposando. Si pudiera, tomaría un caballo y me iría muy lejos, explorando el mundo. Pero el mundo no es tan grande como lo muestra el globo terráqueo de la oficina de papá, porque sólo existen dos ciudades para los niños: Londres y Laketown. Bueno, son los únicos lugares que visitamos por ahora. ¿Podrá ser que sí existen más lugares para que los niños vayan, como lo muestra el artefacto de papá? Porque las personas grandes siempre van a distintos lugares, pero a nosotros no nos permiten explorar más.

Mamá dice que cuando sea grande podré ir a donde yo quiera, visitar los lugares que muestran los mapas. Pero lo que mamá no entiende es que yo ya soy grande, pues ya estoy aprendiendo a montar a caballo y a usar las espadas pequeñas. Si alguien malo quiere hacerle daño, yo podré protegerla.

Mis pensamientos se interrumpen cuando el camino se acaba y me encuentro frente a un gran lago sobre el cual se refleja el hermoso cielo azul. El agua está calmada y hay patos y gansos nadando con tranquilidad. Uno de los patos es seguido por otros más pequeños, que parecen bebés pato, mientras los demás sumergen su cabeza en el agua y luego la sacan con rapidez.

Me siento en la orilla del lago y dejo caer los panecillos sobre mi regazo. Observo a mi alrededor mientras tomo uno de los panecillos y comienzo a comerlo. Las hojas de los árboles se mueven con suavidad con el viento, y el sonido que hacen las mismas al moverse me parece bonito, por lo que cierro los ojos y me permito escuchar con atención. Creo que estar afuera es lo que más me gusta, pues la naturaleza siempre hace sonidos hermosos, que parecen música. Me gusta sentir el viento rozar mi rostro mientras permito que mis oídos se relajen con el sonido de todo lo que está a mi alrededor.

Pero un sonido muy feo y fuerte me hace abrir los ojos de repente, y se escucha como un instrumento de viento mal afinado. Mi mirada se dirige hacia la fuente de aquel sonido, y mis ojos se detienen sobre un ganso blanco, el más grande de todos, que abre su pico y grita. Ese ganso está interrumpiendo mi tranquilidad y la música hermosa que hace la naturaleza. Yo pensaba que todos los animales hacían ruidos bonitos como las otras aves que se posan sobre los árboles, pero al parecer no es así.

Como si fuera poco, los demás gansos han comenzado a abrir sus picos y a hacer el mismo ruido que el más grande. Dejo caer mi panecillo mordido a mis piernas mientras llevo mis manos a mis oídos, para no tener que escucharlos. Ahora estoy considerando seriamente en tomar toda mi comida e irme de vuelta a donde están todos, pero luego pienso que no debo irme yo, ¡no es justo, yo sólo quiero comer en paz!

Me pongo de pie y observo al ganso fijamente, para tratar de intimidarlo, pero él no me mira a mí. Me cruzo de brazos, negándome a irme.

Por el rabillo del ojo puedo ver una figura acercándose a mi derecha. Cuando levanto mi mirada me encuentro con un hombre lleno de tierra, que lleva una canasta llena de flores, un par de guantes y unas tijeras de jardinería. Él me observa con curiosidad, pero es tan alto que me duele el cuello al mirarlo.

—Qué estás haciendo, niño? —pregunta, dejando el canasto en el suelo y colocando sus manos sobre sus caderas.

—Trato de intimidar a ese ganso, pues está haciendo ruidos muy feos y fuertes —respondo, señalando a la mencionada ave.

Desde hace un sueño (En físico en Amazon)Where stories live. Discover now