Como todos los equipos ya estaban en el gimnasio llegó Usa con un montón de camisetas deportivas de distintos colores, la idea es que cada pareja tuviera un color en específico para que mañana en la competencia sea más fácil distinguir a cada equipo.
Como a México le gustaba bastante el color rojo de manera rápida escogió las camisetas de dicho color para él y el ruso, en cambio Chile y Argentina para variar se pusieron a discutir, ya que el argentino quería las amarillas y el chileno las moradas. Al final terminaron yéndose por el amarillo ya que otro equipo se había llevado las moradas para la mala suerte del chileno.

Casi de inmediato todos se quisieron probar sus respectivas camisetas.
A Rusia le quedaba de maravilla, prácticamente de manera perfecta, siendo suelta en donde debía y apretada donde debía. La forma en la que le quedaba dicha camiseta le recordó al mexicano esa vez que fue a ver películas a la habitación del ruso y casi se derrite de lo guapo que era al verlo en su sexy pijama.
La camiseta roja al mexicano le quedaba enorme, pero a este no le interesaba mucho este detalle.Lo único que quería era ganar, no había otra opción, de eso dependía su floreciente relación con Rusia.

—México, creo que ya hemos entrenado lo suficiente.—Dijo el ruso.
—Si tú estás cansado puedes irte, yo voy a seguir entrenando.—Dijo el mexicano.
—No estoy cansado, pero soy consciente de que entrenado por días, y me siento listo para la competencia y tú has entrenado el doble así que deberías sentirte igual.—Dijo Rusia.
—Es que de verdad quiero ganar..—Dijo México.
—Y lo vamos a hacer.—Dijo Rusia.
—Yo aún no estoy muy seguro de eso..—Dijo México.

Como el mexicano no estaba dispuesto a cooperar, el ruso no tuvo más opción que cargar al pequeño latino y llevárselo lejos de ahí.

—Suéltame wey!—Dijo México mientras reía.
—Jamás.—Dijo Rusia riendo.
—¿Y a dónde me llevas?—Preguntó el mexicano.
—A comer algo, te lo mereces.—Dijo el ruso.

Esas tres palabras, "te lo mereces", hicieron que el latino se sintiera orgulloso de sí mismo como jamás lo había hecho.
El euro asiático día a día reconstruía esa autoestima que él mexicano había perdido de lo mucho que había sufrido en el pasado.¿Qué haría sin él?, se preguntaba México, el solo hecho de pensar en eso lo ponía triste, en muy poco tiempo Rusia se había vuelto una parte muy importante de su vida, independiente de la atracción, como persona era muy importante para él y la simple idea de perderlo lo horrorizaba.

Al llegar a la habitación del euro asiático , Rusia dejó sentado en una silla al pequeño latino.

—Yo puedo sentarme solo.—Dijo México.
—Si se, simplemente quiero que te relajes por completo.—Dijo Rusia mientras se acercaba a su cocina.
—¿Qué vas a hacer?—Preguntó el mexicano.
—Voy a cocinarte algo.—Dijo Rusia.
—Si quieres te puedo ayudar.—Dijo México.
—No gracias, tú simplemente relájate, si quieres puedes dormirte en mi cama , esto va a tardar un poco.—Dijo el ruso.

Y así el ruso empezó a cocinarle algo a su querido mexicano de manera rápida, no quería hacerlo tardar tanto.
México decidió permanecer sentado en donde lo dejó el euro asiático, mientras observaba de manera atenta al más alto cocinar, sin duda ambos lo hacían de maneras muy diferentes.
El mexicano no pudo evitar darse cuenta que en dado momento Rusia se ensució un poco su camiseta mientras cocinaba, lo que parecían ser verduras.

—Deberías hacerlo sin ropa.—Dijo México de manera seria.
—¿Qué?—Se giró sorprendido el ruso.
—No lo malpienses pendejo!, lo digo porqué a mi también me gusta cocinar y lo hago desnudo para no ensuciarme.—Dijo el mexicano de manera tranquila.

El ruso no pudo evitar sonrojarse al imaginarse aquella escena.

— Te lo recomiendo, pero eso si, solo uno tiene que estar sin ropa porque si están los dos desnudos sin duda va a terminar mal.—Dijo México mientras reía.
—Creo que voy a seguir cocinando a mí manera.—Dijo Rusia.
—Buu, que aburrido.—Dijo el mexicano.

CodiciosoWhere stories live. Discover now